La única vez que mi hijo mayor se cayó de la cama, tenía apenas 6 meses. Lo descuidé un segundo para ir al baño y no pude ni sentarme en el toilette porque lo escuché llorar. Lo había dejado en el medio de una queen, y se dio varias vuelta y cayó al piso. Salvo por el susto que pasé y el chichoncito que se hizo en la frente, no pasó nada. Pero esta anécdota me sirve para ilustrar el hecho de que con los bebés nunca se sabe y no se pueden dejar desatendidos. Por eso estoy en shock de ver dónde pusieron estos p__adres irresponsables__ a su bebé de meses: nada más y nada menos que al borde de un precipicio. Cuando te diga la altura coincidirás conmigo en que la estupidez humana no tiene límites.
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La historia que te voy a contar ocurrió en Noruega, en Preikestolen, una roca que se levanta imponente a 2.000 pies de altura: un acantilado mundialmente conocido como "el púlpito" porque su forma recuerda el púlpito de una iglesia y se alza sobre un estrecho fiordo.
Las espeluznantes imágenes fueron captadas por la cámara de un fotógrafo que se encontraba de paseo y vio cómo los padres de un bebé de meses, lo pusieron al borde del acantilado para tomarle una fotos. Sólo verlas ¡da vértigo!
Se observa al bebé gatear. Como lo oyes amiga. Un bebé gateando sólo a la orilla de un acantilado. Y los papás se alejan para hacerle gracias y tomarles fotos ¡fin de mundo! En menos que canta un gallo el bebé ha podido darse la vuelta, como se la dio mi hijo cuando se me cayó de la cama.
Gracias a Dios no pasó nada en Preikestolen. Pero hubiera podido pasar. Por eso digo que la estupidez humana no conoce límites y que estos padres son unos irresponsables.
Espero que esta historia nos sirva a todas a manera de reflexión, especialmente ahora que andamos tomándoles fotos a todo y que lo más importante pareciera ser la foto y no el momento que vivimos.
Imagen vía good_day/Flickr