NUNCA hagas esto si queres mantener la confianza de tus hijos

¿Te has puesto a pensar en cuántas mentiras decimos en un día? Yo pensaba que era la persona más honesta del mundo hasta que alguien me hizo esta pregunta y me di cuenta de que no decía la verdad la mitad del tiempo. Más que mentiras, yo diría que decía medias verdades o falsedades. Esto pasa cuando hago algo que sé que está feo. Odio quedar mal y reconozco que soy una experta en mentiritas blancas.

Sin embargo, he renunciado a todo eso por amor a mis hijos. Si llego tarde admito la verdadera razón, si no puedo entregar algo a tiempo doy la cara y cuando me equivoco lo acepto sin dar excusas. Ni te imaginas lo que me estaba pasando con ellos antes de hacerlo.

Lee más en ¿Qué más?: Papá filma nacimiento de su hija mientras va MANEJANDO

Un día la maestra de mis hijos -se dice el pecado, pero no el pecador- me llamó a una reunión para decirme que había agarrado al niño más de una vez en mentiras tontas. Cuando me senté con él para hablar sobre el tema, me dijo que él pensaba que eso estaba bien porque yo lo hacía. Indignada le dije que ¡jamás! Y él me mencionó dos casos que habían pasado ese mismo día. Uno fue en la mañana, cuando le dije a la maestra que el chico no había llevado una caja de zapatos para una manualidad porque no teníamos en casa. La verdad es que con el corre-corre de las mañanas se me había quedado sobre la mesa.

Días después mi hijo mayor se negó a contarme algo que le había pasado. Me extrañó y después de una larga conversación me confesó que tenía miedo de que cuando le prometía que no se lo iba a contar a nadie le estuviese mintiendo, como cuando le decía que estaba bien, cuando el me veía que estaba llorando (eran los meses posteriores a la muerte de mi papá).

Me quedé fría. Nunca pensé que algo que uno hace automático por quedar bien o no preocuparlos les fuese a afectar. Desde entonces, la política es de 100% honestidad, aunque te confieso que no es fácil y estoy desarrollando un doctorado en diplomacia.

También hemos hablado de que no siempre hay que ofrecer la verdad desnuda, como cuando alguien pregunta si está gordo, o un extraño te dice ¿cómo estás?. Pero eso es otra conversación. Ya la tendremos. Lo bueno es que hemos recuperado la confianza y se acabaron los problemas por las mentiras.

Imagen vía Thinkstock