Uno de los momentos que recuerdo con peor angustia de los primeros meses de mis niños son los días en los que les tenían que poner las vacunas. Entre los rumores de que causaban problemas como el autismo, y la idea de que me los iban a pinchar, las experiencias siempre fueron mucho peor para mí que para ellos. Lamentablemente, este no fue el caso de un pobre bebé de año y medio, quien estoy seguro que quedó traumatizado con las agujas por el resto de su vida.
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La historia ocurrió en Brasil y cuando me enteré se me pusieron los pelos de punta. Mirla Miranda Rodrigues llevó a su niño a la emergencia del Hospital Municipal de Itumbiara porque tenía altas fiebres. Como aún se hace en algunos lugares, los médicos le pidieron que se retirara para tratar al niño. (A mí me pasó cuando le tuvieron que agarrar unos puntos al más pequeño).
Poco después se lo entregaron y tras explicarle que le habían dado una inyección y darle una receta para las medicinas adecuadas, los mandaron para la casa. La mamá cuenta que el niño lloró por todo el camino tocándose el pañal y diciendo que le dolía. Ella, como es natural, asumió que era por la inyección. Te imaginarás su sorpresa cuando descubrió que los muy animales, con perdón de los animalitos, le habían dejado la aguja de la inyectadora clavada en la nalguita. ¿Te imaginas por lo que habrá pasado ese pobre bebé?
Si esto hubiese pasado acá, la familia del niño podría hacerse millonaria gracias a una muy merecida demanda contra quien le puso la inyección y el hospital, pero como eso no funciona en nuestros países, la mamá ha acudido a los medios de comunicación para alertar sobre el caso.
Yo le doy las gracias. Este episodio me reafirma mi creencia de que nadie se va a ocupar de nuestros seres queridos mejor que nosotras mismas. Ante los médicos y enfermeras hay que estar atentos. Todo el mundo puede tener un mal día.
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