Nunca entenderé cómo puede haber gente tan cruel en este mundo. Y es que esa es la única manera de describir lo que pasó en un restaurante en Georgia recientemente. Resulta que, como de costumbre, Catherine Duke había llevado a sus dos hijas a Panera cuando una empleada le pidió que le quitara los zapatos a su nena de 2 años porque el chirrido que hacía al caminar estaba molestando a otro comensal.
Duke se sintió humillada y agredida y dijo que no podía hacer eso porque eran zapatos ortopédicos que la niña necesitaba para poder caminar y salió llorando del establecimiento.
Resulta que Emma, quien tiene 2 añitos, tiene discapacidades del desarrollo y acaba de aprender a caminar. Los zapatos ortopédicos fueron ordenados por su cirujano ortopédico para ayudar a la criaturita a caminar mejor.
Duke dice haberse quedado sorprendida que su hijita podía ser el blanco de tal discrimación. Y que, aunque nadie le pidió que se fuera del restaurante, ella sintió que esa era su mejor opción en ese momento.
Por su parte, el restaurante se ha disculpado con Duke explicando que la empleada que le pidió que le sacara los zapatos a su hija es nueva y simplemente no supo qué hacer ante la queja del cliente a quien le molestaba el ruido. Pero a mí eso me parece absurdo porque si yo trabajara en un restaurante y alguien se queja de algo así, creo que me reiría en su cara.
Las personas tienen que aprender a ser más tolerantes y, si no pueden, entonces mejor que se queden en sus casas porque obviamente hay muchas cosas en este mundo que no van a poder enfrentar sin quedar como verdaderos patanes.
Imagen vía wtoc.com