Me encanta el hecho de que mi gringo y yo, tengamos diferentes habilidades e intereses que se complementan entre sí. Definitivamente no me caracterizo por ser una atleta, ni por ser muy entusiasta de los deportes. Mi marido, por el contrario es atlético y fanático de todos los deportes. Con el tiempo, me ha enseñado la importancia de hacer que nuestros hijos participen en actividades deportivas. Y en verdad ahora valoro los increíbles beneficios que trae el deporte. Hay aspectos esenciales para el ser humano que se benefician con su práctica, como la salud o la ayuda que brindan los deportes a la hora de fortalecer el carácter. Se aprende a trabajar y sacrificarse por los demás y mucho más.
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Sin embargo, siento que como sociedad estamos exagerando nuestro compromiso con el deporte. Últimamente he visto los efectos negativos de la obsesión con el deporte y las capacidades atléticas. Algunos de los amigos de mi hijo que no son deportistas han sido amedrentados y se han convertido en parias sociales.
Al otro extremo, algunos de sus amigos se han enfocado tanto en el deporte que se han vuelto egoístas e irrazonablemente competitivos. El mejor amigo de mi hijo, que juega al fútbol, ya ha tenido lesiones tan grandes que podrían tener graves consecuencias para el resto de su vida. Recientemente, mi hijo sufrió un colapso emocional debido a que sus notas estaban comenzando a bajar en algunas de sus clases a causa de la cantidad desproporcionada de tiempo que tuvo que dedicar al deporte.
Pensaba que desilusionaría a su padre, al entrenador y los compañeros si dejaba de practicar. Quería dejar la clase de física por falta de tiempo -a pesar de que le iba excepcionalmente bien-. Él quiere estudiar ingeniería por lo que lo animamos a mantenerse en la clase y tomar un descanso del entrenamiento durante la temporada de invierno. ¡Ahora se siente absolutamente liberado! Personalmente, siento que el mayor problema que acarrea el exceso de enfoque en los deportes es el impacto que está teniendo en la vida familiar. Conozco parejas que apenas pasan tiempo juntos, ya que deben repartirse para llevar a los niños a sus distintas actividades deportivas. Tengo parientes –por parte de mi esposo- que no han podido asistir a celebraciones familiares, tan especiales como, confirmaciones o cumpleaños porque tenían que participar y asistir en eventos deportivos.
Recientemente para la fiesta de Acción de Gracias, el hijo de un familiar le avisó a su madre que él y su familia no asistirían a la celebración debido a que su hijo tenía un partido importante muy temprano el viernes en la mañana y le habían pedido al padre que fuera el entrenador. Viven a 5 horas de viaje, así que para ellos no tenía sentido un viaje tan distante, cuando ni siquiera podrían quedarse una noche.
Para mí fue totalmente sorpresivo darme cuenta que la decisión de este chico había dividido a la familia de mi esposo. Algunos familiares, incluyendo a mi marido, encontraban lógica la decisión de este chico. Les parecía razonable el hecho de que hubiera priorizado un juego deportivo de su hijo sobre una celebración familiar.
Como todo en la vida, creo que es necesario que haya un equilibrio saludable. Una de las claves de la vida sana es el balance. Pero, para mí, anteponer un juego deportivo ante una tradición y una reunión familiar es algo que carece de sentido. Creo que fue una decisión incorrecta.
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