Cuando la nueva madre recibe al recién nacido comprende que la realidad es muy distinta a la fantasía. Y se pregunta por qué nadie le advirtió que la maternidad sería tan difícil y que las dificultades comenzarían en el mismo instante en que la enfermera pone al bebé en brazos de su madre. Adónde se fueron las imágenes soñadas del bebé risueño y las campanitas sonando. La verdad es que el recién nacido siembra un caos para el que ninguna madre está preparada.
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1. El bebé que nace es muy distinto al que la madre tuvo en su vientre durante 9 meses. El impulso de revisar al bebé para buscar signos físicos que demuestren que es de la familia (y no un niño ajeno que han traído por error) no es producto de un rapto de locura post parto. Lo que ocurre es que ese bebé lloroso, de cara arrugada, no se parece en nada al angelito de mirada dulce y alegres carcajadas, que la madre tenía en su mente. Por eso busca un lunar, alguna marca de la familia, que la convenzan de que ese extraño que se frota los ojos y ha ensuciado el pañal a los pocos minutos de tenerlo en los brazos, es su bebé.
2. Ningún niño viene con manual de instrucciones y de nada sirve la experiencia con un hijo anterior o lo que digan las abuelas. La maternidad es más difícil de lo que parece. No hay trabajo más duro que el de cuidar un recién nacido. La lactancia materna, por ejemplo, es natural, pero no fácil. Si crees que por ser natural, que la leche fluirá sin trabas, estás fuera de la realidad. Lo más común es que los pezones duelan mucho (sobre todo, si no has seguido las indicaciones de tu médico para prepararlos) y que al recién nacido le cueste acomodarse para recibir el alimento.
3. No volverás a dormir como antes. Convéncete de esto: si crees que las últimas noches del embarazo fueron las peores de tu vida, olvídalo. No sabes lo que es una mala noche hasta que tienes un recién nacido que te despierta con desesperados gritos cada tres horas. Cada dos horas y media, en realidad, porque el tiempo se reduce si cuentas los minutos que estuviste luchando para que se pegara al pecho o se tomara el biberón entre sueños.
4. Es horrible cuando llora, pero más atroz es cuando crees que no ha llorado. Cada vez que el bebé rompe en llanto te preguntas cómo puede, una cosa tan pequeña, albergar una fuente de ruido semejante. Al desatarse en medio de la noche, crees que vas a morir en ese mismo instante si no se calla ya. Piensas que nada puede ser más terrible que ese estrépito. Pero, increíblemente, hay algo peor: ese momento en que abres los ojos en la oscuridad convencida de que hace horas que no llora. Lo juras. ¡El bebé se ha quedado silencioso demasiado tiempo! Vas corriendo a la cuna, le pones un dedo delante de la nariz y crees que lo has mantenido ahí por una hora seguida y que de la naricita no ha salido el más mínimo soplo, te aterras, lo sacudes… y entonces el bebé pega el grito acostumbrado.
5. No volverás a estar un buen rato en el baño hasta que el bebé cumpla 20 años. Resígnate, las duchas largas, los tratamientos para el cabello, las mascarillas para el cutis y las sentadas "en el trono" con una revista, se acabaron para ti por mucho tiempo. Tampoco verás un programa de televisión o una película completos. No lograrás terminar una conversación telefónica.
6. Ya no saldrás de tu casa sin un operativo previo de varias horas. ¿Te consideras una mujer práctica, capaz de arreglarse y salir de su casa en 30 minutos? Ja. No has tenido un bebé. Después del paso de la cigüeña, cada simple salida se verá retrasada por los siguientes eventos: tu blusa blanca (GRAN ERROR) quedó manchada con alguna de las mil sustancias que conspiran contra la ropa clara; el bebé se "ha hecho" después de que estaba completamente vestido; el bebé parece estar caliente (sea verdad o no, debes cerciorarte de que no tiene fiebre antes de salir); fuiste a coger el bolso y el bebé se pegó con algo (no sabías que el mundo podía ser tan filoso, resbaloso, lleno de humo de cigarrillos y espantosamente sucio, hasta que tienes un bebé); el bebé está llorando de hambre, sed, cólicos o ropa demasiado ajustada (todo debe ser revisado y resuelto); el bebé agitó la compota y la mitad del contenido saltó a tu cabeza…
Por qué seguimos teniendo bebés. Por qué no se ha extinguido la humanidad. Por suerte, todo eso se disuelve en el olvido con el sonido de su primera carcajada.
Imagen vía Thinkstock