No sé si a ti pero __c__uando mis hijos terminaban el año escolar y nos preparábamos para el verano, me entró un ataque de pánico. Trabajo en la casa y si los tengo conmigo, el día me rinde menos. Así que resolví enviarlos, como todos los años, a un campamento de verano, de 8 de la mañana a 5 de la tarde, por seis semanas que están por terminar. Cuando estaba en la cuarta semana me entró el ataque de nuevo, porque la verdad es que estos muchachitos míos, de 9 y 11 años respectivamente, son sumamente desordenados.
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Más que desordenados, que lo son, diría que son flojos. Imagínate que el de 9, no ayudaba a doblar su ropa porque decía que le dolían los brazos, ¿te suena familiar? Lo que no entiendo es como no le duelen cuando se pasa 4 horas seguidas en la cancha de basquetbol.
En fin, analicé la situación y me di cuenta de que primero, en mi casa mando yo y, si no los enseño y los entreno yo, nadie va a enseñarles y a entrenarles para que sean niños juiciosos y hombres de bien.
Si bien yo nunca cuidé a mis hermanitos, sí ayudaba a mi mamá quien cuando yo tenía 12 años me enseñó como hacer un arroz blanco, tajadas de plátano maduro fritas y hasta albóndigas con salsa de tomate (no puedo negar que soy latina y a mucha honra).
Decidí agarrar el toro por los cachos y aprovechar el verano para entrenar a mis hijos. Al principio me costó. Me sentía como si estuviera arriando toros en un campo sin cerca, porque los muy testarudos se querían escapar de las nuevas normas y disciplina que les estaba imponiendo. Me tuve que convertir en un sargento.
Pero como la paciencia y la constancia lo pueden todo, desarrollé un sistema de incentivos que me dio resultado. El trasfondo de todo fue: en nuestra casa nada está garantizado y las cosas hay que ganárselas, todos tenemos que colaborar y ustedes además de mis hijos son mis aliados. Mi mayor logro fue que entendieran que somos una familia y que en las familias todos los miembros ayudan.
Me costó pero lo estoy logrando. Tuve que hacer cosas tan drásticas como decirles que si no lavaban, secaban y doblaban su ropa irían al campamento con la ropa sucia. O que se quedarían sin platos para comer, si no vaciaban el lavaplatos. Además, firmamos un contrato en el que cada uno se comprometía a ayudar con tareas específicas. El contrato lo hemos revisado y mejorado ya dos veces.
Ya el campamento de verano está por terminar y no tengo angustia, porque las semanas que les quedan sin escuela serán para reforzar lo que han aprendido, enseñarles a hacer otras tareas y disfrutar de mis dos varones que cada vez son más colaboradores.
Mira las tareas que ya haciendo sin chistar:
- Clasificar la ropa sucia en "de color" y "blanca".
- Lavar, secar y doblar su ropa.
- Guardar la ropa en las gavetas que correspondan.
- Lavar las toallas de toda la familia y secarlas.
- Tender la cama antes de salir de la casa.
- Poner a secar las toallas después del baño.
- Colgar los trajes de baño cuando regresan de la piscina.
- Guardar en su lugar las máscaras, chapaletas, pelotas y demás juguetes de piscina y playa.
- Botar la basura de los baños y de la cocina.
- Poner y recoger la mesa.
- Enjuagar los platos y cubiertos antes de ponerlos en el lavaplatos.
- Vaciar el lavaplatos una vez que todo este limpio y seco y guardar loza, vasos y cubiertos en su lugar.
Lo mejor de todo es que ya no me siento agobiada y claro que siento el alivio porque antes todas esas tareas las hacía yo y ahora tengo dos ayudantes estupendos. Los dos sienten que han crecido y ahora no sólo les gusta tener responsabilidades sino que están dispuestos a ayudar. Siente orgullo por lo que hacen y para ellos siempre tengo una palabra de agradecimento y reconocimiento a flor de labios.
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