Antonia Marino, una maestra de segundo grado en la Florida, jura que ella no sabía nada de la fiesta que supuestamente había organizado una de sus hijas. Según la mujer de 43 años, cuando llegó a su casa el sábado por la noche se encontró con unos 40 ó 50 jóvenes amigos de su hija. Marino dice que trató de sacarlos de su casa, pero no le hicieron caso. Sin embargo, los jóvenes cuentan una historia diferente ya que aseguran que Marino estuvo en la casa todo el tiempo y sabía perfectamente bien que estaban bebiendo alcohol a pesar de ser menores de edad.
La policía se presentó en casa de Marino después de que alguien llamó quejándose del ruido. Al principio, Marino se rehusó a abrir la puerta, pero después de una hora dejó que la policía entrara… y lo que se encontraron no fue nada agradable.
Además de pruebas de que había habido tremenda fiesta, la policía descubrió a una adolescente de 15 años inconsciente y cubierta en vómito dentro de un clóset en una de las habitaciones. Marino fue arrestada y no se le permitirá que regresé a su trabajo de maestra hasta que concluya la investigación.
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De más está decir que me preocupa de sobre manera que una maestra de segundo grado haya sido capaz de permitir semejante fiesta sin problema alguno. ¿Acaso no tiene sentido común? Si es cierto que ello no tuvo nada que ver con lo que pasó, ¿por qué no llamó a la policía en cuanto se dio cuenta lo que ocurría en su casa?
Me imagino perfectamente bien la reacción de los padres de familia en la escuela donde Marino ha enseñado por 10 años. Lo que no me puedo imaginar es cómo le irán a explicar a sus alumnos su ausencia.
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