Mi peor momento como mamá: ¡Se me olvidó el bizcocho!

Como para todas las mamás – o por lo menos todas aquellas en su sano juicio-, para mí, mis hijos son el centro de mi vida, mi motor, mi prioridad. Los amo, los adoro, son mi tesoro y, al igual que tú me esfuerzo por ser la mejor de las madres, pero bueno también he tenido mis momentos. En muchas ocasiones he querido que la tierra se abra y meter la cabeza como el avestruz.

Recuerdo claramente que uno de esos días f__ue durante el segundo cumpleaños de mi hijo menor.__ Preparé  todo. Cuide cada detalle. Por esa época a Samuel  le encantaba Diego – todavía le gusta-. Así, que no hubo que no comprara con la carita de Diego: bolsitas de regalo que contenían pitos, pelotas diminutas, calcomanías, libreticas y cuánto juguete encontré con la carita del primo de Dora. ¡Hasta una piñata de Diego llevé!

Marisela, mi amiga del alma que tiene unas manos privilegiadas hasta le hizo unas chupetas de chocolate –obviamente de Diego-. En fin, lo único que me faltó fue vestirlo como Diego, pero eso ya hubiese sido una exageración.

Le celebramos su cumpleños en el daycare. Nos pareció conveniente porque sentimos que así lo ayudábamos a romper un poco el hielo, porque hacía pocas semanas que había comenzado.

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Trabajamos tanto que inclusive compramos libros infantiles en español para repartirles a los niñitos y nos aseguramos que alcanzaran para todos los pequeñitos de la guardería. Hasta la directora vino a decirme: "qué lindo está todo".  Y yo, por su puesto más inflada que un globo de ver aquello que parecía de revista.

La cosa es que cuando su maestra me dice: "Vicky, where is the cake? I can't find it". Mi cara se convirtió en un ladrillo y cayó al piso. "¿Cuál cake?". Se me olvidó comprarlo. Después de tanto trabajar armando los goody bags, rellenando la piñata con jugueticos y caramelos, haciendo una chupetera para él… Después de tanto esfuerzo, a esta mamá latina se le olvidó el protagonista de la fiesta: el cake , bizcocho, pastel o torta, como sea que le dicen en tu país.

No sé cómo el propio Samuel se percató de que en su fiesta no había bizcocho. Desconozco si fue que sintió la tensión en el ambiente o si de verdad sabía de qué estábamos hablando, pero arrancó con una de esas crisis de llanto que les dan a algunos pequeñitos y que son capaces de acabar con la paciencia de un santo.

Entre calmar al bebé y dar vueltas en círculo a ver qué se me ocurría pasaban los minutos y,  sentía las miradas de maestras y asistentes perforándome como taladro, incluso una de ellas comentó en español  -obviamente para yo sintiera el acento en sus palabras- que "¿cómo se le puede olvidar a una madre el bizcocho de su hijo? ¡Hay que ser bien irresponsible!" Y, bueno… a ésta madre se le olvidó. Gracias a Dios la cosa se resolvió porque a última hora compramos un cake de esos de cajita –nada fresco ni sabroso- que conseguimos en un deli, situado cerca de la guardería y aunque tarde, pero al menos mi hijito pudo soplar su velita.  

Imagen vía Blanca Vera