¿Qué tiene de malo que eduque a mis varones para ser unos caballeros?

Esta semana me encontré una columna en The New York Times que me dejó bastante perpleja. La escritora aparecía furiosa con la maestra de su hijo de cuatro años, porque le estaba instando a dejar que las niñas fueran primero al baño "como todo un caballero".

"Dejar a las niñas usar el baño primero no es una señal de respeto. Es más bien el  primer ladrillo del pedestal súper alto que permite que los hombres exalten a las mujeres y las pongan fuera de sus vistas. Una verdadera muestra de respeto es que nos paguen lo mismo, en vez de 77 centavos por cada dólar, que es el promedio actual", escribió la novelista Lynn Messina.

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"Ese es el mundo en el que quiero que viva mi hijo y dudo seriamente que se haga realidad mientras las mujeres pensemos que los hombres nos deben abrir las puertas", agregó en su columna en la sección Moderlode.

Yo no sé qué piensas tú, pero mi primera reacción fue: ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Esta mujer está mezclando peras con manzanas. Ni eso, peras con laptops. ¡Nada que ver!

Los modales y las tradiciones no están para nada peleados con la igualdad entre los sexos. Ni siquiera lo veo como una diferencia cultural. Así ganáramos lo mismo y hasta más, los hombres siempre estarán en deuda con nosotras, por la inicial y esencial razón de que nos deben la vida y la de sus hijos. Sólo por eso tendrían que rendirnos eterna pleitesía.

Una de las cosas que más me sorprendió cuando me vine a vivir a Estados Unidos a mediados de los 90, fue ver como las mujeres estaban adoptando posiciones absolutamente masculinas con la esperanza de ser tomadas en serio.

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Entiendo que es necesario dejar atrás comportamientos ridículos como la falsa modestia o esa costumbre de inflar el ego masculino__,__ el coqueteo eterno y la fragilidad exagerada, pero no por eso hay que tirar a la basura las cosas lindas de ser mujer. Menos aún descartar la galantería y la buena educación.

Mis hijos están siendo criados para entender que las mujeres somos seres excepcionales, que podemos ser delicadas y fuertes a la vez y que, por encima de todo, merecemos respeto.

Así como los he enseñado a dejar pasar a las damas primero y que a las niñas no se les toca ni con el pétalo de una rosa, también les he inculcado el respeto a los mayores y la deferencia con los ancianos. ¿También eso va en contra de los derechos de los ciudadanos de la tercera edad? ¡Hágame usted el favor!

Imagen vía Alicia Civita