Cuando iba saliendo de dejar a mi hija en la escuela esta mañana, me di cuenta que había una patrulla en el estacionamiento. Al parecer, mi esposo–quien suele dejarla en la escuela–me dice que, desde la masacre de Sandy Hook, está ahí todas las mañanas. Tengo que admitir que aunque debería sentir que mi hija está más segura con la presencia de la policía fuera de su escuela, lo cierto es que la idea me pone un poco nerviosa. Y, más que nada, triste. Me duele tener que aceptar que hemos llegado a esto. Pero desafortunadamente hay tanta gente que pareciera no tener problema en hacerle daño al prójimo que la verdad es que nadie está a salvo.
Y es que es increíble como a cada rato me entero de algún otro joven que le quitó la vida a alguien sin pensarlo dos veces. ¿Será que estamos criando una generación a la que no le importa matar?
Recién me entero de cuatro jóvenes–tres de ellos adolescentes–que mataron y desmembraron a dos hombres y después se pusieron a jugar videojuegos como si fuese un día normal, común y corriente. El jefe de policía de Joliet, Illinois describió el crimen como uno de los más brutales y atroces que había visto en sus 27 años de carrera.
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No sólo estamos hablando de los asesinatos, sino también del hecho que los cuatro jóvenes obviamente no tienen ni decencia ni escrúpulos y les importan un rábano los otros seres humanos. El padre de al menos uno de los muchachos acusados del crimen dice que no puede entender cómo es que su hija esté involucrada, que simplemente no entiende qué puede haber pasado.
Y eso me da aun más miedo y preocupación porque me hace preguntarme ¿cómo es posible que los propios padres no nos demos cuenta de las cosas que son capaces de hacer nuestros hijos? Ha llegado el momento de quitarnos las vendas de los ojos y encargarnos de entablar una relación abierta con nuestros hijos. Tenemos que enseñarles a tener empatía y compasión.
Imagen vía publik16/flickr