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Mis amigas están en la cuenta regresiva, esperando con ansias el retorno de los niños a la escuela, pero yo ya estoy casi de luto. Nada más pensar que ya en menos de dos semanas mis niñitos comenzarán las clases me dan ganas de llorar.
No es que yo sea mejor madre que ellas, pues en algunos casos más bien sería todo lo contrario. Tampoco me considero una mamá sobreprotectora, ni obsesiva. Dejo feliz que mis hijos pasen horas con sus amigos, duerman en las casas de nuestros familiares y no me preocupo demasiado cuando los cuida una niñera.
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Lo que pasa es que detesto la corredera que viene con el colegio. No me gusta vivir minuto a minuto pendiente del reloj. El comienzo de las aulas representa en mi casa pleitos para que los niños se levanten (los dos son dormilones), dificultades para escoger almuerzos que el chiquito disfrute (es de muy mal comer), peleas para que el grande haga la tarea y más pleitos para que se vayan a dormir a la hora.
Ya he comenzado a prepararlos para el inevitable cambio de ritmo, a dormir más temprano, a repasar las lecciones del año anterior, a probarse los uniformes a ver si algo aún les sirve. Ya compramos los útiles escolares. Estamos casi listos y he odiado cada paso.
No es que no disfrute las horas de paz que me da su ausencia. Aprovecho para escribir cuando ellos no están, o para ir al supermercado y hacer diligencias que ellos harían más difíciles de lo que son. Puedo ir al baño sin que nadie me interrumpa y hasta tomarme un café en paz.
__Pero esa primera semana de colegio la casa se me hace inmensa, las horas infinitas y el silencio opreso__r. Mis hijos me vuelven loca con sus pleitos, con el ruido de los juguetes y de los juegos de video, con el desorden en la casa y las incesantes demandas de atención. Pero también me divierten, me gusta verlos vivir, aprender, manejar situaciones. Me derriten con sus abrazos inesperados y los sus ojitos de amor.
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Claro que no les digo lo triste que estoy y estoy por ganarme un Oscar con mi interpretación de la mamá feliz porque ya se nos viene el nuevo año escolar. A pesar de las protestas por el ajuste del horario, mis hijos están emocionados con sus libros nuevos y la posibilidad de ver a sus amigos de nuevo.
Yo ya organicé un desayuno con mis amigas esa primera mañana y mi marido me prometió llevarme a almorzar, a ver si el día se me pasa rápido y no me hacen tanta falta. Pero no se preocupen que seguro que en cuanto lleguen comenzaré a quejarme de los pleitos, el ruido y las demandas, como típica madre.
¿Cómo te sientes tú ante el comienzo de las clases? Déjanos un comentario con tu opinión.
Imagen vía Thinkstock