3 lecciones que aprendí cuando mi hijo fue al Kínder para ahora que va a la universidad

Si hay una cosa  para la que no se nos prepara a las mamás es para las separaciones inevitables que nos toca pasar de nuestros hijos en dados momentos de la vida. Es algo en lo que he pensado mucho ahora que Alec, que sale conmigo en esta foto, entra a la universidad.

Verlo ilusionado a un paso de su brillante futuro es alimento también para mi corazón de madre. Lo que más quiero es saberlo feliz y verlo triunfar. No es muy distinto al primer día del Kindergarten en que lo dejé en su nueva escuelita tan emocionado.

¿Entonces por qué mi corazón está hecho pedazos? ¿Cómo enfrentar esta nueva separación? Las siguientes lecciones las aprendí gracias a él cuando lo llevé al Kinder hace 13 años. Ojalá me sirvan (y te sirvan a ti también) en el día hoy.

1. Hay que dejarlo crecer. Recuerdo que Alec abrazaba mis piernas ese primer día de clases cuando era un chiquillo, pero aún así se sentía "un niño grande". En su nueva mochila llevaba libretas vacías en busca de las muchas lecciones que empezaría a aprender. Hoy es todo hombre hecho y derecho, y sus maletas van llenas de experiencias de vida a las que se acumularán tantas otras nuevas. Qué bueno enfocarme en que el orden natural de las cosas hay que respetarlo, y alegrarme entonces por él para que siga creciendo.

2. No hay que perder oportunidad para orientarlo. El ingreso a una nueva escuela, para Alec al mundo universitario, es símbolo de independencia. Aprovecho entonces para compartir alguno que otro consejo (cómo manejar su dinero, cuáles entiendo deben ser sus prioridades, ¡cómo lavar su ropa!), darle algunas herramientas con las que empezar a forjar su nuevo camino. Es una buena forma de dejarle saber que estoy aquí y que un consejo mío es algo con lo que puede contar siempre.

3. Hay que dejar de ser la madre latina sobreprotectora. Él lo que ve es la cara de la oportunidad, lo nuevo, lo que está por descubrirse. Yo veo todo eso, pero mi lado sobreprotector de mamá ve también la posible caída, el golpe y alguna lágrima que no pueda estar yo ahí para secar. La realidad es que esta separación seguro es más dolorosa para mí que para él, así que mejor dejarle saber que estoy ahí, aunque ahora en la distancia, para ser apoyo y consuelo siempre que lo necesite. 

Si bien es esta una nueva etapa llena de retos y un ajuste para la familia completa, es razón para dar gracias y celebrar. Puede que mi hijo no me pertenezca a mí, pero mi corazón de madre siempre le pertencerá a él. 

NOTA A MI HIJO UNIVERSITARIO: Eres un joven admirable –sensible, generoso, capaz e inteligente– con un futuro brillante frente a ti. Más allá de tus logros y éxitos, has sido capaz de mantener los pies en la tierra y mantenerte humilde, dando más de ti de lo que pides de otros. Gracias por las muchas más lecciones que has enseñado tú a mí que yo a ti. Te voy a extrañar más de lo que te imaginas. Llámame de vez en cuando. Te quiero incondicionalmente. 

Imagen vía Johanna Torres