Entiendo perfectamente que mis hijos tengan “abuelitis”

Hace dos días mis hijos me conmovieron. Ambos a horas distintas empezaron a llamar a su abuela; es decir, mi madre. Ella pasa largas temporadas junto a los nietos y como toda abuela, los consiente, los mima y han desarrollado un mundo muy de ellos, donde mi esposo y yo sobramos. No porque no nos quieran, simplemente el nivel de complicidad entre la abuela y los nietos ha hecho que se conviertan en una dupla tan indestructible como la de Batman y Robin.

Mi mamá le ofreció a mi hijo mayor que estaría de regreso en Nueva York antes de que terminara el verano, pero algunos problemas de salud la han retenido en Venezuela. Hace un par de días, Gabriel –el mayor-, estaba hablando con su abuela y cuando descubrió que ella no estará aquí tan pronto como él esperaba arrancó a llorar de una forma que yo hasta me asusté. Le decía: " You promised me! Tú me diste tu palabra y tú me dijiste que uno no falta a su palabra".  Y es verdad que mi mamá les está inculcando –al igual que lo hizo conmigo- que lo más importante que tenemos los seres humanos, lo que nos da credibilidad es justamente nuestra palabra.

Ese mismo día, antes de acostarse –justo a esa hora cuando quieren otro vasito de leche o de jugo, donde hay que corretearlos para que se cepillen los dientes y hay que poner cara de perro y apagarles el televisor-.  Es decir, justo en esos minutos que alargan la hora de dormir, el más chiquito empezó a llorar. Pedía a a gritos a su abuela. Lloraba desconsolado y con toda la fuerza de sus pulmoncitos.

Me quedé desconcertada y me fui a la cama llena de dudas. Pero mis nubarrones se han ido disipando. M__is hijos tienen la misma bendición que yo tuve de tener una abuela cerca.__ Al igual que mi abuela Pastora para mí, era la cara de la ternura y la complicidad, la mano cariñosa que nos malcriaba y escondía nuestras travesuras, mi madre – quien a nosotros nos llevó con la rigidez de un sargento- es ahora "la abuelita". Su rol es otro. Tiene la paciencia de un santo para ellos. Los enseña.

Los niños son el territorio natural de la gracia y, mi mamá ahora tiene todo el tiempo de explorar y de aventurarse a redescubrir el mundo de la mano de Gabriel y Samuel, a quienes les ha enseñado las capitales, los colores, las letras y los números.

Para ellos, la cotidianidad es una fiesta de ternura, de risas. Una vez, hace años –cuando Samuel no había nacido- entré a mi casa y encontré a Gabriel trepado a caballito en la espalda de mi mamá, cosa que JAMÁS habría pasado ni con mi hermano ni conmigo, pero Gabriel es su nieto, es la encarnación del afecto más puro. Al igual que mi hermano y yo, fuimos la luz de los ojos de mi abuela Pastora.

Ojalá todos los niños del mundo pudieran vivir su "abuelitis" con toda libertad, porque las abuelas son las hadas madrinas de las fantasías infantiles. Son los ángeles guardianes de sus sueños y sus travesuras.   

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Imagen vía Vicglamar Torres