Uno de los más grandes desacuerdos que siempre he tenido con mi madre es que, según ella, nunca me arreglo lo suficiente. Es decir, no me pongo suficiente maquillaje o no me tiño el pelo en cuanto me sale la primera cana. Cuando me ve salir no importa adonde, su comentario siempre es el mismo: "Hijita, ¿no te vas un maquillar un poquito?". Lo peor de todo es que sí tengo maquillaje puesto, pero aparentemente no es suficiente. No es que no me guste verme bien, pero tampoco me parece necesario maquillarme para ir al supermercado como si estuviese yendo a una discoteca.
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Pero vengo de una familia de mujeres latinas que no sería capaces de salir de la casa sin maquillaje aunque sólo estén yendo a la esquina a comprar leche. No recuerdo haber visto a mi abuelita, que ya tiene 97 años, sin lápiz de labios incluso estando en su casa viendo sus telenovelas favoritas desde su mecedora porque "nunca sabes quien puede venir a visitar".
A veces no me siento muy latina que digamos y peor aun cuando se trata de mi hija. Aunque con seis años ella obviamente está aún muy chiquita para ponerse maquillaje, pero lo que me preocupa es su cabello. Primero que nada, siempre se le enreda. Segundo, lo único que sé hacerle es una o dos colitas. Ni siquiera sé como hacerle una trenza francesa y menos esos peinados elaborados que le hace su niñera.
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Siempre trato de asegurarme que por lo menos se vea prolija, pero me da pena no poder hacerle ninguno de los peinados con los que van sus amiguitas a la escuela. Lo peor del caso es que a ella le encanta todo esto, pero se tiene que contentar con las pocas cosas que yo sé hacer. ¡La pobre!
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Imagen vía PamelaVWhite/flickr
