El viernes fue el último día de nuestra niñera en casa. Aunque sólo estuvo con nosotros por un año y medio, se sintió como que fueron muchos años más. Se convirtió en parte de nuestra familia y mis hijos la adoran. Darle la mala noticia a Vanessa–Santiago todavía esta muy chiquito para entender–fue una de las cosas más difíciles que he tendio que hacer en su corta vida.
Su último día hubo mucho llanto por parte de todos, pero nadie como Vanessa. ¡Cómo ha sufrido mi hija! Verla así me hizo acordarme de algunas madres que dicen que sus hijos quieren más a sus niñeras que a ellas. ¿Será posible esto?
Nunca lo he pensado así con ninguna de las dos niñeras que hemos tenido. Pero mentiría si dijera que nunca sentí un poquito de envidia, más que nada por la cantidad de tiempo que estas excelentes personas han pasado con mis hijos. Por suerte, mis hijos tampoco nunca han actuado como que no querían estar conmigo o que preferían estar con la niñera. Pero lo bueno es que tampoco han actuado como que no quieren estar con ella.
A mi, la verdad, me hace súper feliz que mis hijos se hayan apegado tanto a ambas niñeras y que por lo menos se hayan sentido amados y mimados bajo su cuidado. Fue justamente por eso por lo que optamos por no mandarlos a una guardería. Si hubiese sido de otra manera, no me hubiese podido ir a trabajar en paz.
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Sólo han pasado 3 días desde que mis hijos se quedaron sin niñera. Vanessa sigue muy triste y yo muy apenada aunque se que, como todo, esto no durará para siempre.
Imagen vía Jefferey Turner/flickr