Mi niña, adorada y querida es mi luz, es mi dolor de cabeza más grande, es mi batalla constante, es mi exprimidor de energía. Mi hija Juliana es lo que más quiero, pero a veces necesito salirme al pasillo y gritar "chingadaaaa madreeeee" mientras me halo los pelos, para recuperar la paciencia.
Ahora Juliana se está haciendo grande a una velocidad injusta – ya se lo comenté a Dios para que le pare tantito-, así es que con un sólo grito al día, ya no me es suficiente.
El domingo fue su presentación de ballet y al salir me dijo, "Yo no quiero más ballet el próximo año mami." Se me salió una lágrima cursi, porque desde que tiene dos años ha tomado clases y me encanta verla con su pelo recogido, su payasito y sus mallas rosas.
Prosiguió diciendo,"De clase de baile sólo quiero hip-hop."
Y esta es sólo una de sus recientes elecciones. Menos mal que todavía no tiene edad para votar la muy condenada, porque seguro le iría al partido de los malos.
Así está la cosa: Yo quiero que lea libros, ella se la pasa pidiéndome mi iPad. Yo quiero vea el documental de Bob Marley conmigo pero ella no se quiere perder Good luck Charlie. Yo quiero hablar en español todo el tiempo y ella insiste en hablarme en inglés, sobre todo en las mañanas cuando entiendo muy poco en general.
Juliana quiere llevarse con las niñas más rebeldes, y yo quiero que se lleve con las más "niñitas", ella quiere hablar de "novios" ¡háganme el favor! y, yo quiero que se ponga a jugar a la comidita. Juliana recibe su domingo (el abuelo, la mesada) y se lo quiere gastar en "plumas para el pelo", mientras que yo quiero que lo ahorre para irnos a Paris juntas (a puro domingo de aquí a 20 años).
Juliana quiere mac and cheese (agh) y yo quiero que de menos quiera una pasta al burro. Juliana quiere ponerse las camisetas que se caen de un hombro y yo le digo que por supuesto que no y que está loquita.
Está claro que está creciendo y es posible que todo este mal gusto sea pasajero, pero yo ya ando rezándole a San Judas, para que mi niña nunca se me vaya a hacer "tontita", y peor aún, que no se me vuelva gringuita.
No quiero agredir a una nación completa de niñas, pues no sería justo, pero tampoco estoy dispuesta a tener en mi casa, una mini copia de Hannah Montana.
Eso no es lo que somos ni lo que venimos a ser a este país, y Juliana va a tener que asumirlo — a la buena "espero" — porque de verdad que en este tema seré radical, no estoy dispuesta a ceder.
Así es que ayer lo volví a repetir: "en esta casa nuestra se habla en español todo el tiempo, la única excepción es la tarea. No hay tele en la noche si no hemos leído al menos un capítulo y lo hemos comentado. Obviamente no hay camisas con el hombro abajo ni leggings con tank tops (semejante nacada). Y por supuesto que no hay mac and cheese, pero los sábados seguiremos comiendo pizzas. Punto no se discute más."
No la voy a forzar a ir al ballet pero voy a tratar de convencerla con muy buenas razones de que no lo deje, el iPad está escondido y sobre mi cadáver volveremos a escuchar a Selena Gómez cantando Shake it Up durante lo que queda de esta semana.
Por cierto, esta niña casi quinceañera de la que les hablo, no ha cumplido los 7 años.
¿Tu hija está creciendo así de rápido?