Detengámonos un momento y pensemos ¿Qué se imaginan nuestros hijos cuando escuchan la palabra MADRE? ¿Se imaginan una madre cariñosa y alegre? ¿O tal vez se imaginan una madre malhumorada moviendo su cabeza de lado a lado expresando su desacuerdo? Aunque es fácil para nosotras saber cómo queremos que nuestros hijos nos vean; la realidad es que da un poco de temor el pensar cómo nos perciben en realidad.
Lamentablemente vivimos en un corre y corre todos los días. En ocasiones apenas tenemos tiempo para sentarnos y preguntarles cómo les fue en la escuela. Muchas veces me he sentido haciendo malabares para hacer todas las cosas que tengo que hacer en un día; sin mencionar que la lista NUNCA tiene fin. Preparar el desayuno, pedirles más de 5 veces que se cepillen los dientes, llevarlos al colegio, trabajar fuera de casa, recogerlos del colegio, prepararles un snack, hacer las tareas, llevarlos a su práctica, ir al supermercado, llegar a la casa, preparar la cena, bañarlos, darles de comer, y mucho más. Sin olvidar los extras
Algo que nos puede ayudar es una simple SONRISA. Físicamente hablando no nos cuesta nada, después de todo se necesitan más músculos para arrugar la frente que para sonreír. Pero emocionalmente, una sonrisa puede significar el mundo de diferencia para la familia. Digo la familia porque el poder de una sonrisa es tanto para el que la da como para el que la recibe. Cuando regalamos una sonrisa le levantamos el ánimo a las personas a nuestro alrededor. ¿No te sucede lo mismo cuando alguien le sonríe en la calle? ¿No te sientes con energía y con deseos de sonreír también?
Nuestra sonrisa habla por sí sola, y le da mensajes a nuestros hijos. Como: "estoy orgullosa de ti,' "te extrañé mucho," "estoy feliz de verte," "tú puedes lograrlo," "no te preocupes, todo va a estar bien," "eres la luz de mi vida."
Apartémonos de nuestra rutina y distracciones diarias… y comencemos a vivir mejor… ¡comencemos a SONREIR!
Imagen vía GregPC/flickr