
¿Pero qué tiene esa mantita de especial?* Recuerdo en mis años universitarios hablar de lo que el famoso Sigmund Freud solía decir, que los padres perfectos eran aquellos que no tenían hijos. Para aquel entonces no era madre y nada de esto tenía sentido; sin embargo, ahora que tengo chiquitines, sé exactamente a lo que se refería.
Es que cuando no tenemos hijos sabemos lo que se debe hacer; y lo vemos todo estilo Black and White. Y hasta le dábamos consejos a las madres a nuestro alrededor. Sé que muchas, sino todas, pasamos por el "¿cómo es posible que esa madre deje que su niño…?" Me burlaba de una de mis mejores amigas porque su niña andaba con su conejito para arriba y para abajo. ¡Y cuidado con que se le quede en su casa porque se tenían que devolver a recogerlo!… era como ya parte de la familia. Pero cuando nos convertimos en madres sabemos que muchas veces el corazón le gana a la razón.
Bueno, todo esto lo he vivido en carne propia. Durante mi embarazo de Santiago, mi mami se entretuvo preparándole mantitas. Tenía de todos los colores, tamaños y texturas; le añadía una puntilla en todo el borde para que se vieran muy especiales. Y lo eran, todo el que las veía me preguntaba dónde las había comprado. Santiago fue creciendo hasta que las mantitas ya no eran necesarias. Sin embargo, antes de su cumpleaños número dos, encontró una de las mantitas en su clóset y comenzó a jugar con ella. Lo que comenzó como un juego, terminó como una importante y muy especial relación.
El "trapo", como lo llama, se convirtió en parte de la rutina para dormir; hasta convertirse poco a poco en objeto excepcional de consuelo. Recuerdo llevarlo al doctor para las vacunas y estoy segura que después de mis brazos, el trapo era lo que más quería. Sé lo que significa el trapo para él… y lo que significaría para TODOS en la familia, el que lo pierda. El fin de semana pasado lo vivimos muy de cerca por algunas horas… horas que se sintieron una eternidad.
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Fue uno de esos días muy productivos; donde estábamos en el carro desde muy temprano y no regresamos hasta bien en la tarde. Tan pronto llegamos a la casa, Santiago mostró signos de sueño y comenzó a preguntar por el trapo. Sentí un presentimiento inmediatamente de que no estaba. Todos comenzamos a buscar el trapo, sin suerte alguna. Mientras más pasaban los minutos de búsqueda; más se intensificaba su llanto. Tan pronto nos dimos cuenta de que el trapo no estaba, escribimos en una lista todos los sitios que habíamos ido y si recordábamos a Santi en el lugar con el trapo. Me ponía más nerviosa al saber que fue un trapo hecho por mi mamá hace muchos años y que era imposible remplazarlo.
Finalmente fuimos a la tienda donde lo vimos con el trapo por última vez, y la empleada lo guardó tan pronto lo vio porque sabía que una madre desesperada… YO… iría a recogerlo en cualquier momento.
Imagen vía rbieber/flickr