Mi hija tiene la suerte de tener una de esas maestras de Kinder a quien uno nunca olvida. Es amorosa y súper paciente, pero también es estricta y sabe muy bien cómo mantener a 23 niños de 5 ó 6 años en línea. Además tiene una manera muy particular de rebajarse al nivel de los niños y ver las cosas desde su punto de vista.
Sólo me tomó un par de semanas darme cuenta de esto después de que la escuela empezó el año pasado, pero el otro día durante la fiesta del Día de San Valentín en la clase de mi hija, pude comprobar lo increíble que realmente es y cuán agradecida debo estar.
Me había apuntado para ayudar con la mesa de las manualidades. Los niños tenían todos los materiales necesarios para hacer una tarjeta de San Valentín y yo estaba supuesta a supervisarlos. El primer grupo que me tocó era de puras niñas, seis incluyendo a la mía. Todas muy bien portadas, pidiendo 'por favor' y 'gracias' y esperando su turno si es que una niña tenía lo que otra quería.
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Después me tocó un grupo de cinco niños y una niña y la única palabra que puedo usar para describir la escena es: ¡caos! No fue tanto que los niños fuesen malcriados sino que eran mucho más movidos y toscos, se arranchaban las cosas y su tono de voz era más alto. Algunos no podían estar sentados mucho tiempo. ¡Qué tal diferencia!
En total, pasaron cuatro grupos de niños por mi mesa de manualidades y después de una hora de supervisarlos yo estaba exhausta. Es increíble la energía y la paciencia que requiere ser maestro, especialmente de chiquitines.
Al despedirme, me acerqué a la maestra de mi hija y le agradecí desde el fondo de mi corazón por todo lo que hace. Sus alumnos no solamente la están pasando bien con ella, sino que también están aprendiendo a pasos agigantados, desde la lectura hasta cómo tratar a otros. ¡Qué suerte tiene mi hija!
¿Qué tal son los maestros de tus hijos? ¿Qué haces tú para demostrarles tu aprecio?
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