Cuando estamos en casa (en NY) cada sábado nuestro día arranca a las 7 de la mañana (o antes tristemente). Mi hija me pregunta al amanecer, “¿Qué vamos a hacer hoy?” Y su hermano de dos años que todo le copia, me pregunta lo mismo.
Siempre les respondo que ya veremos… pero el día se desenvuelve con un chingo de actividades, suficientes como para cansar al incansable de Diego.
A veces desayunamos en casa, otras veces somos los primeros en llegar al diner de la esquina. Después vamos al parque, luego al museo, luego al Farmer’s market (donde por supuesto hay otro parque), Diego duerme a la una de la tarde una siesta en su carriola, mientras Juliana y yo vamos a resolver pendientes o simplemente seguimos dando vueltas. Luego Diego se levanta y quiere caminar o subirse al scooter, con lo cual arranca la persecución y mi eterno dolor de espalda.
Cuando los meto a bañarse a las 7:00p.m, ya los tres estamos agotados y prendo la tele.
Esto sucede tanto en invierno como en verano, cosa que no le queda muy claro a la gente que vive en México, sienten que la nieve nos obliga a encerrarnos cuando en realidad es todo lo contrario; si hay nieve, la persecución y las actividades suceden en medio de la misma, y siempre acabamos muy mojados.
Cuando vengo a México automáticamente cambio el chip, pues aquí los planes casi siempre giran alrededor de las “comidas” con la familia y con los amigos, es una cosa increíble, es el país de la sobremesa.
Ayer, amanecimos en México a las 7:00 a.m y Juliana obviamente preguntó cuáles serían las actividades del día. Esto me dió mucha risa, pues inequivocablemente habría una comida sabatina y las actividades serían en el jardín de la casa.
Desayunamos tacos de carnitas en el puesto de la esquina (los famosos Tacos de Etiqueta que son para morirse), Juliana me decía,
– ¿Así parados vamos a comer mami?
Compramos pan dulce y después nos venimos a la casa a “estar aquí”.
Más tarde fue la comida sabatina con amigos, misma que duró un buen rato y al final del día vimos todos una película.
Así es que muy satisfechos y muy poco movidos.
De hecho, mi esposo y yo comentamos que el domingo habría que llevar a los hijos al centro, a pasear, y luego proseguimos casi al unísono:
– Pero primero hay que desayunar tacos de machaca en la Tonina.
Estamos bárbaros.
La realidad es que yo puedo transitar de NY al DF y cambiar el mindset de manera automática, pues viví muchos años en México y llevo muchos años también en Estados Unidos, pero los hijos no lo traen “tan automático”, así es que hay que ayudarles un poquito y sin duda sacarlos a cansarse mucho más.
Así es que hoy vamos al Zócalo.