Perder peso hasta conseguir impactantes transformaciones físicas es un tema que une mundialmente a las mujeres. Me atrevería a decir que las mujeres desayunamos, almorzamos y cenamos este tema. No debería ser así. No debería ser un tema que descanse solo en el aspecto físico. ¡Es mucho más! Por eso, quiero contarles sobre mi transformación física la cual incluyó, pérdida de peso, pérdida de grasa, pero lo más importante: transformó mi mente y hoy me siento más feliz que nunca.
Más en Mamás Latinas: La increíble transformación de Jacqie, la hija de Jenni Rivera, en fotos
Cuando era niña, la actividad física no estuvo presente como parte de una rutina. Solo tengo recuerdos de correr bicicleta y jugar a las escondidas con mis primas y amigas. En cambio, ellas se desempeñaban jugando soccer, vóleibol y cualquier otro deporte, mientras yo estaba desde las gradas animándolas. No era buena, no era hábil y créeme lo intenté muchas veces.
Un evento que me marcó fue el día de juegos de la escuela. Para ese entonces cursaba cuarto grado en la primaria. Era una actividad importante donde invitaban a los padres y familiares. Yo estaba muy entusiasmada porque había practicado para el evento de salto de valla. Cuando llegó mi turno, no logré saltarla. El resultado fue empujarla al suelo y caerme con ella. Con una gran frustración e impotencia, decidí retirarme y no volver intentar más los deportes.
Luego de ese momento, me convencí que mis habilidades y talentos estaban en las artes. Nací con el don de la música y me siento bendecida y privilegiada por eso.
Mi vida ha cambiado significativamente desde entonces. Ahora soy una mujer que logró vencer algo que parecía imposible. Afronté desbalances alimenticios, renuncié a dietas sin sentido, me desligué de los estándares de belleza y ahora vivo en pura libertad. Ésta es mi historia.
En el 2015, trabajaba como freelance y mis rutinas eran las peores.
Mi actividad física para ese momento era cero. Vivía en Puerto Rico y casi no caminaba comparado a todo lo que camino en Nueva York. Me saltaba comidas, no desayunaba y a veces almorzaba a las 4:00 p.m.
En el 2016 tuve un intento fallido de perder peso.
Todavía continuaba trabajando como freelance y, honestamente, mis rutinas continuaban igual. Me inscribí con una amiga en un estudio para hacer ejercicios con un entranador personal. Eso duró lo que dura un estornudo. Aquí pesaba apróximadamente unas 156 libras.
Seguía desanimada y no me importaba nada relacionado a mi salud física.
Continuaba en lo mismo; nada de ejercicios y mala alimentación. Quizás al ver la foto pienses que exagero un poco porque solo tenía unas libras de más, pero no. La realidad es que, aunque utilizaba trajes de baño de dos piezas, no me sentía 100% cómoda.
Antes de mudarme a Nueva York, me dediqué a comer y a fiestar.
Mi mudanza estaba planificada para enero de 2017. Las navidades en Puerto Rico comiemzan desde octubre y yo alerté a todos mis amigos que quería pasarmela de show; me hicieron caso. Mi único interés en ese momento era disfrutar de la comida y bebida. Como publicista, recibía invitaciones a fiestas y a cualquier otro invento. Aquí ya estaba acercándome a las 160 libras.
En el 2017, alcancé mi punto de más sobrepeso.
Esta foto fue en marzo de 2017 y vivía en la ciudad de Nueva York. Aquí pesaba 164 libras y sentía que el ajoro de la ciudad me estaba cayendo encima. Me sentía fatigada cuando terminaba de subir las escaleras o cuando tenía que correr para que el tren no me dejara. Aunque esto fue un año antes de comenzar el reto de transformación, desde ese momento había entendido que necesitaba un cambio.
Todo comenzó como un reto.
En mayo de 2018, me inscribí en el Wodapalooza Transformation Challenge, una competencia que buscaba un cambio físico drástico entre sus participantes. La recompensa era un premio en efectivo el cual quería ganar ya que lo utilizaría para grabar mi primera producción musical. Sí, también soy cantante 🙂
Sin embargo, mi motivación no solo era ganar ese premio. ¡Quería una transformación! Estaba enfocada en derrumbar a la muchachita que no era buena en los deportes y que siempre batalló con el peso. Esta es la foto del antes (tomada al momento de empezar el reto) Aquí pesaba: 148 libras y tenía un porciento de grasa de 26.7.
Viví un cambio drástico de alimentación y de actividad física.
Según los estándares médicos, estuve muchos años en sobrepeso. Mis familiares y amigos opinaban que no era para tanto y que estaba exagerando. Luego de intentar TODO: pastillas para perder peso, dietas de jugos, dietas de sopas, fajas, cremas… -y si sigo no termino- entendí que la alimentación constituye un 80% en la meta de perder peso y 20% el acondicionamiento físico.
El reto duraba solo 10 semanas. Por tal razón, necesitaba adoptar una dieta que acelerará la pérdida de peso y grasa, pero sin dejar de ser saludable. Durante el reto realicé la dieta cetogénica conocida en inglés como Ketogenic Diet.
Una dieta basada en grasas y proteínas me ayudó en la transformación.
La dieta cetogénica se basa en una alta ingesta de grasas buenas y proteínas, eliminando los carbohidratos simples (harina refinada, dulces, frituras) y también los complejos (pan integral, quinoa, legumbres). Esta dieta ayuda a la pérdida rápida de peso y grasa, ya que provoca el proceso de cetosis.
¿Qué es cetosis? El cuerpo utiliza la grasa como fuente de energía en vez de los carbohidratos. De esta forma, metaboliza la grasa y la glucosa creando como resultado la pérdida rápida de grasa y peso.
Entrené seis días a la semana ejercicios de fuerza y cardio.
Algunas personas consideraron que era un poco extremo el régimen físico, pues usualmente son los atletas los que entrenan de esa manera. Sin embargo, mis ejercicios fueron diseñados para el nivel y la calidad de movimiento que tenía al momento que comencé el reto. Mi entrenador, Jorge Berríos diseñó un plan que se complementara con mi alimentación, pero sobre todo velando por mi seguridad para evitar ser lesionada.
Correr era mi ejercicio de cardio favorito.
Una vez leí que el deporte que todos podíamos hacer por predeterminación de nuestra naturaleza es correr. Dado a mi pasado con relación a los deportes, eso me llamó la atención y, unido a una causa benéfica, comencé a entrenar esporádicamente para completar un 5K. El evento era organizado por la fundación New Jersey Sharing. A pesar de que estaba motivada con la causa, todavía no había ocurrido un compromiso genuino conmigo misma para hacer del ejercicio un estilo de vida.
Los primeros días en el gym me sentía insegura.
La gente del gym, honestamente, me intimidaba. Me sentía completamente perdida en la zona, pues tenía una idea de cómo funcionaban las máquinas, pero la inseguridad era inexplicable, aún siendo yo bastante segura en otros aspectos de la vida. En fin, una vez aprendí bien mi rutina, solo fue cuestión de tiempo para sentirme como pez en el agua.
Para variar un poco los ejercicios de cardio, practiqué crossfit.
Me escapé unos días a mi isla natal, Puerto Rico y, aproveché para reunirme con amigos que también estaban en su viaje de transformación. Visité el box donde entrena mi amigo Héctor Trinta. Allí hice algunas rutinas que puedes ver en el video.
También corrí cinco millas junto a grupo de corredores puertorriqueños
Hasta ese entonces, solo había logrado correr tres millas. La emoción que sentí de haber llegado a cinco millas fue indescriptible. En ese momento supe que el esfuerzo de mis entrenamientos y mi dieta me estaban ayudando a mejorar en las carreras.
Mi alimentación fue básicamente la misma durante las diez semanas.
Para que tengas una idea de lo que comía:
Desayuno- Huevo (revuelto, hervido, sofreído) tocineta de pavo y un pedacito de avocado.
Almuerzo- Todos los vegetales que pudiese tener en mi plato y alguna proteína.
Cena: Lo mismo que el almuerzo.
Realmente con lo que podía jugar un poco más era con la proteína. Por lo que unos días comía solo pollo, otros días pescado y muy pocos días comía carne.
Eliminé la ingesta de frutas, pero disfruté de las grasas buenas.
Las frutas son buenísimas para una dieta balanceada. Sin embargo, su alto contenido de azúcar -aunque sea natural- interfería con la cetosis. Esto fue una de las partes más difíciles para mí porque me encantan las frutas y eliminarlas me costó. Al menos, comía aguacate TODOS los días.
En la semana cinco del reto ajusté la alimentación y las rutinas de ejercicios.
A pesar de que estaba viendo los primeros cambios físicos, el peso en la báscula no cambiaba mucho. Para la semana cinco pesaba 144 y estaba frustrada porque sentía que había perdido poco peso comparado a todo el esfuerzo de la alimentación y el ejercicio.
Los cambios fueron: añadir una rutina adicional de cardio en ayuna todos los días, eliminar las carnes rojas y concentrarme solo en carnes blancas, especialmente pescado. Si comparas la foto inicial donde pesaba 148 libras y la foto de la semana cinco, mi abdomen estaba mucho más plano, pero no era por el peso, pues solo había perdido cuatro libras. El resultado de tener el abdomen más plano era porque estaba desinflamada.
Estaba cansada de desayunar huevo todos los días.
Necesitaba algo diferente para empezar mi día. ¡No quería saber más del huevo! Quería algo que simulara carbohidratos, como un pancake, pero que pudiera prepararlo rápido. Encontré una receta facilísima de unos panqueques de proteínas y ¡fui feliz!
Los cambios eran notables y necesitaba mantenerme enfocada porque todavía faltaba.
Las distracciones no sobraban; tenía que lidiar con muchos factores. Para mantenerme enfocada, tenía que recordar el propósito de todo. Era necesario recordar cómo estaba, cómo me sentía y cómo veía la vida antes de empezar el reto.
Así lucía al final de la competencia.
¡Por fin llegó el final del reto! En esta foto pesaba 133 libras y mi porciento de grasa era 21.4%. Durante las 10 semanas perdí 15 libras y 5.3% porciento de grasa.
De mi punto de mayor sobrepeso, en donde pesaba 164 libras, perdí un total de 31 libras.
Transformé mi cuerpo y mi mente.
Si algo aprendí del proceso fue el papel importantísimo que juega nuestra mente. ¡TODO HABITA AHÍ! Los pensamientos son determinantes. Desde el principio, dije que iba a transformarme y así lo hice. Me alejé de los estándares físicos y pensé en salud.
Siempre intenté perder peso porque quería estar flaca y nunca lo lograba. ¿Sabes por qué? Por que al final de cuentas, estar flaca no es sinónimo de salud y no debe ser una motivación. Yo quiero poder llegar a los 70 años y sentirme ágil y fuerte. A eso me encamino y todavía falta.
Este es mi recordatorio para no volver atrás.
No gané el premio en efectivo, pero gané determinación, disciplina y fuerza mental. Aprendí que, en la vida nada llega fácil. No existen vías cortas sustentables. Para lograr algo hay que trabajar duro sea lo que sea. Una transformación física, el trabajo de tus sueños, un viaje, lo que sea, no es un pedido de microondas.
Próxima parada: Medio Maratón de Miami 2019
Se acabó el reto de transformación, pero yo he seguido ejercitándome. Por fin logré hacer del ejercico una rutina más, de la misma forma en que me alimento, me baño y accedo a las redes sociales (jajaja).
Mi entrenamiento para el medio maratón consta de cuatro corridas a la semana y tres días de entrenamiento de fuerza. Estoy muy feliz con mi proceso y con mis resultados pues me demostraron que, con esfuerzo, valor y sacrificio las cosas se pueden lograr.