Encontrar un corazón para el pequeño Caleb, fue como encontrar una aguja en un pajar. Pero lo encontraron. Del tamaño de una ciruela. Donado por otro chamaquito. La historia de Caleb Kinnaird es perfecta para la ilustrar la importancia del trasplante de órganos.
Caleb, quien tiene apenas dos añitos fue trasplantado en el Hospital de Niños Riley, de la Universidad de Indiana en Indianápolis, donde vivió por un año, esperado el trasplante. Durante todo ese tiempo sus papás vivieron enfrente, en la Casa de Ronald McDonald. No te pierdas los detalles de cómo se salvó Caleb…
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El problema cardíaco de Caleb era tan severo, que se le ponían los labios azules porque su corazoncito no bombeaba suficiente sangre y tuvo que pasar un año siendo alimentado por la vía intravenosa, porque su debilitado organismo no soportaba los alimentos.
Su doctor, el cardiólogo Randall Caldwell cree que si sobrevivió a esas condiciones fue por los cuidos y atenciones de las enfermeras en el hospital que fue su casa mientras apareció el donante.
Lo milagroso de la experiencia de Caleb es que, aún consiguiendo un corazón del tamaño de una ciruela para trasplantarlo, había desarrollado anticuerpos que limitaban su capacidad de aceptar el órgano de un extraño…
Para su buena fortuna, además de los prodigiosos cuidados de las enfermeras en el hospital y de contar con excelentes médicos, Caleb tiene la mejor familia del mundo. Su papá y su mamá nunca se rindieron.
Cuando finalmente apareció el corazón, su mamá no hacía sino saltar de contento. Tanto que se le olvidó que estaba embarazada, con ocho meses de gestación. Ya con el donante, vino la cirugía para el trasplante y Caleb se recupera satisfactoriamente. Su cuerpecito aceptó el órgano.
Ahora hasta puede comer normalmente y está saboreando no sólo los alimentos, sino sobre todo la vida. Por eso digo que su historia pone en evidencia lo importante que es la donación de órganos, especialmente para niños pequeños.
A veces, cuando perdemos a un ser querido, mucho peor aún, a un niño pequeño, en nuestro dolor no nos damos cuenta de que esa vida que se apaga puede ser también la llama que le de vida a otra criatura.
Imagen vía captura de vídeo