Hoy se cumplen 12 años de los ataques terroristas del 11 de septiembre a las Torres Gemelas del World Trade Center. Cada año es una sorpresa cuan fresco es el dolor. Cada año también me sorprende de los 180 grados que dio mi vida desde aquella terrible mañana, en gran parte, producto de las lecciones que aprendí a raíz de la tragedia. No soy tan generosa como para dar gracias por lo que pasó. Ni para pensar que no hay mal que por bien no venga. Pero no se puede negar que para para los que vivíamos en Nueva York en esa época, nuestra vida se dividió en un antes y un después. Me he esforzado para que mi después valga la pena.
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Sí, la vida continua y continuará. En Nueva York como en cualquier parte. Es importante seguir adelante. No dejarse atrapar por la tragedia. Algunos no lo han logrado. Otros se paralizan con la cercanía de la fecha. Yo, este año, por primera vez, he decidido no ver por televisión las conmemoraciones. Llega un punto en que, al menos para mí, amenazan con convertirse en un rito masoquista. Para poder acostumbrarse a vivir con estos huecos en el alma hay que llenarlos de luz, tal como lo han hecho en Manhattan cada año.
Pero no quiero dejar pasar el día sin mirar lo que saqué de ese acto tan sin sentido. Sobre todo este año, que amanecemos rodeados de dudas sobre si estaremos alborotando otro panal de avispas con la intención de atacar a Siria. Hay que mantener el miedo a raya a punta de reflexión y minando la vida por pepitas de sabuduría.
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El mundo no es en blanco y negro
Las películas nos pintan un mundo donde hay extremos, buenos y malos, pero la mayoría de nosotros vivimos en el centro. En los grises. Capaces de hacer grandes cosas, pero también de cometer actos terribles.
Hay que celebrar la vida
La sensación de que me pudo haber pasado a mí no se me fue por mucho tiempo. La vida puede cambiar en cualquier instante. Hay que celebrarla. Siempre hay alguien que está peor que nosotros.
La muerte existe
Como típica joven, para mí la muerte era un concepto que aceptaba intelectualmente, pero que no había realmente internalizado. La sentí a mi alrededor y esa sensación de mortalidad inminente no me ha abandonado. Me hace apreciar aún más la vida.
Es importante recordar
Sólo los que no tienen memoria, como muchos de nuestros países latinoamericanos, perdonan lo imperdonable, repiten errores sin sentido. Es importante perdonar, pero no siempre conviene olvidar. Esa fue una lección de vida.
Los símbolos cuentan
Se dice que el recuerdo lo lleva uno en el alma, pero los seres humanos vivimos rodeados de símbolos que no apreciamos. Es hermoso rodearte de objetos que te traen los recuerdos y con ellos el amor de quienes son o fueron cercanos.
La familia y los amigos son un tesoro
Nunca hay que dejar de apreciar el amor que otras personas nos expresan, así se pongan pesadas o fastidiosas. En los momentos difíciles cuesta sobrevivir sin esa red de familiares y/o amigos.
Hay gente maravillosa en el mundo
Es fácil deprimirse cuando sólo hay malas noticias, pero día a día uno es testigo de grandes actos de bondad. Se magnifican con las tragedias, pero hay más gente buena que mala en el mundo.
Los superhéroes son de carne y hueso
Hoy les explicaba a mis hijos como los bomberos y los policías fueron los verdaderos superhéroes en ese fatídico día. Recordé que lo son todos los días. Hay que estar agradecidos por los que corren hacia el peligro, cuando todos los demás escapamos de él.
Hay que reconstruir
Quedarse pegado en el pasado es terrible. Siempre hay que seguir adelante y rearmar lo destruído. Por lo general queda todo más fuerte.
Hay que ser ciudadano del mundo
Cuando se es inmigrante uno va tejiendo su identidad con la del país en el que vives, pero también con el resto de inmigrantes que conoces. Esa red es esencial para acabar con la ignorancia, que es el caldo de cultivo para estos odios.