En la vida me ha tocado recibir todo tipo de regalos y de diferentes maneras. ¿Cómo olvidar aquél camión gris que se plantó frente a mi casa una tarde cualquiera y cuyo chofer preguntó nada más y nada menos que por mí, una niña de siete años, para entregarme un hermoso piano? Sin pensar en su costo, el hecho que el calendario no marcara ningún día festivo ¡convirtió a ese regalo fue una bomba de sorpresa!
Tampoco olvidaré jamás aquella mañana de fiesta cuando, al abrir los ojos, allí tenía plantada frente a mí ¡una bicicleta azul –mi color favorito- con una moña roja! La vida se encargaría después de darme muchos amaneceres difíciles, pero aquella mañana de invierno, cuando tenía ocho años, se quedaría estampada como una de las más emocionantes de mi vida.
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'Mi mamá es, sin duda, una de las regaladoras más creativas que he conocido. Se ha especializado no sólo en dar regalos que verdaderamente halagan a quien los recibe, sino que estudia cada aspecto del arte de regalar: cómo entregará el regalo, cómo lo envolverá… ¡y a darlos sin fechas ni calendarios! Los regalos, fuera de fecas específicas ¡son un doble agasajo! Nada, que de mi mami aprendí que regalar es un arte, y ella una de sus mejores exponentes.
Claro que tampoco me han faltado los regalos decepcionantes: en mi boda una prima me regaló un juego de cubiertos usado y, para colmo, ¡incompleto! Aparte está la ropa que no ha sido de mi talla (o gusto), los adornos que no sé donde colocar e incluso artículos religiosos que van en el sentido opuesto a mi fe.
Gracias a los aciertos y desaciertos en los regalos recibidos he comprendido que un regalo puede revelar mucho de la persona que lo da, como por ejemplo: cuán creativo, distraído, apresurado o hasta tacaño puede ser.
Entonces, ¿qué es lo mejor para desarrollar el arte de regalar? Básicamente, escuchar a quien queremos celebrar. Con sólo prestarle unos minutos de atención podemos saber lo que le gusta, sus pasiones, hacia dónde van sus preferencias. Así, al regalar, iremos a lo seguro.
Y si lo que queremos es realmente sorprender… ¿por qué esclavizarnos a fechas y calendarios? El verano, por ejemplo, es una época perfecta para sorprender con esos obsequios en forma de detalles que siempre dicen: "te quiero", o "pensé en ti". Si el regalo, además respeta el gusto de quien lo recibe, también transmite una idea también importante: "Te conozco". Un regalo así ¡vale oro! Aunque lo hayamos comprado en rebaja.