Mi familia y yo, nunca nos imaginamos que la palabra invidente, nos marcaría emocionalmente a todos, por el resto de nuestras vidas. Jamás pensamos que dentro de nuestra historia familiar tuviéramos que enfrentar, en algún momento, una situación tan lamentable, como la pérdida de la visión de alguno de nosotros. Pero así fue…un día mi adorado abuelo, dejó de ver los hermosos colores que conforman este mundo, para quedarse por el resto de sus días, en una completa y dolorosa oscuridad. De la noche a la mañana, mi querido abuelo, se tuvo que adaptar a dejarse guiar por un bastón, a ir tocando los objetos para reconocer dónde estaba, a escuchar la televisión en lugar de verla y a que alguien más le leyera sus periódicos del día.
Recuerdo la impotencia que sentía, al verlo caminando con ese bastón, entre las cuatro paredes de su casa (rara vez salía porque en su casa se sentía más seguro al caminar). Aunque algunas veces le gustaba que mi mamá o mis tías, lo llevaran al parque y le describieran todo lo que sus ojos no podían ver. Los árboles, las casas, los niños jugando, los colores de las flores, todo eso era lo que le gustaba escuchar, para que por lo menos, pudiera "verlo" con su imaginación.
Era tan difícil para mí verlo en esa condición, que recuerdo que en un principio, no me resignaba a la idea y pasaba horas frente a la computadora, investigando sobre su padecimiento. El sufría de "glaucoma" (una enfermedad del ojo que puede resultar en la pérdida de la visión de manera repentina) y como no se detectó a tiempo, ya no había nada más que hacer. Pero en el fondo, tenía la esperanza de que con tantos adelantos en la ciencia, pudiera haber algo, que le regresara la vista a mi amado abuelo.
Lamentablemente, se fue de este mundo, sin poder ver por última vez, los colores que lo rodeaban. Pero sin duda, se fue viendo mucho mejor, que la mayoría de nosotros. Él aprendió a ver con el alma, y nos dimos cuenta, de que ya no le hacía falta la vista para ver las cosas con claridad, porque él veía mejor que nosotros. Sabía cuando algo no andaba bien, sabía cuando alguien estaba triste y hasta nos regañaba cuando intuía que algún invitado no estaba siendo bien atendido.
En fin, aunque no le hacía falta ver, para darse cuenta de las cosas, creo que si aun estuviera con nosotros, le habría encantado escuchar lo que hoy era noticia en varios medios: Una paciente asiática recuperó parcialmente la vista después de someterse al implante de un microchip electrónico bajo la retina. Y no es el primer caso ¡se trata de la segunda operación exitosa de este tipo en el mundo!
No sabes cómo me hubiera gustado, que mi abuelo hubiera estado aquí, para poder decirle "no te preocupes abuelo lindo, pronto podrás volver a ver como lo hicieron esos dos pacientes"… Pero aunque ya no lo puedo hacer, me consuela saber, que ahora él está en un lugar, dónde ya no hay más oscuridad…
¿Quieres encontrar a otras mamás como tú? ¡Sigue a MamásLatinas en Facebook!
Imagen vía Thinkstock