Has escuchado historias heroicas de cómo algún perro ha salvado a un ser humano en algún desastre–un incendio, una inundación, ¡hasta en la guerra! Deja que te cuente de cómo un perro bien especial, el mejor amigo de una niñita de 3 años, la ayuda a mantenerse viva todos los días. Puede que sea divertido compañerito de juegos para ella, pero el trabajo diario del canino cargándole el tanque de oxígeno que necesita la mayor parte del tiempo para poder respirar, es admirable.
Resulta que la linda Alida Knobloch , de Louisville, Georgia, fue diagnosticada con una rara condición conocida en inglés como neuroendocrine hyperpasia of infancy cuando apenas tenía 8 meses de edad. Debido a la misma, la niña necesita cargar un tanque de oxígeno a todas partes. Mr. Gibbs, su peludo y adorable amigo, es quien la ayuda con dicha tarea.
Sin duda el pensar en el valor del trabajo de este animal de servicio nos puede parecer increíble, y ver a Mr. Gibbs con la pequeña Alida es un cuadro muy tierno. Me conmueve saber que la afinidad entre animal y ser humano pueda llegar a tal punto. Este perro de raza golden doodle tiene para la niña un significado grandísimo, así como para sus padres, y hasta para los que hemos tenido la dicha de inspirarnos con su historia ha sido toda una inspiración.
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Ahora bien, permíteme compartirte una realidad personal que es evidencia también de cómo estos animalitos realmente son como misioneros, con una vocación a servir que mucha gente no tiene. Y es que hace unos meses, luego de que mi mamá fuese diagnosticada con un agresivo cáncer, se encontraba hospitalizada y en condición grave; cuando llegaron a su habitación lo que nos pareció una ¨parada de perritos¨ de varias razas que nos tomó por sorpresa. Eran una visita cortesía de una organización en Puerto Rico que hace la obra de llevar consuelo a pacientes en hospitales locales.
La cosa es que mi mamá nunca fue gran amante de los animales, pero lo que presencié en ese afortunado encuentro fue como un pequeño milagro. Mi mamá lució como iluminada al recibir dicha visita. Rió viendo a los animalitos vestidos con falditas y lacitos, y realmente disfrutó jugando desde su cama con ellos. La alegría que le regalaron fue tan evidente para mí que dejó una marca indeleble de uno de los últimos ratos de dicha que la vi pasar. Par de semanas más tarde, le dijimos adiós, y todavía recuerdo con cariño lo linda que la vi sonriendo con los perritos aquella tarde de noviembre.
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En fin, con trabajo como el que han hecho para personas como Alida y mi mamá–y de para tantos otros–los animales de servicio merecen nuestra admiración y respeto.
¿Crees que los animales pueden, en efecto, ayudar a curar?
Imagen vía Foxnews.com