Hace pocos días llegó al escritorio del presidente Barack Obama la última ley en la que participó la ahora excongresista Gabby Giffords, una de esas mujeres ante las que hay que quitarse el sombrero. Ya antes del ataque de hace un año era una guerrera, considerada una de las legisladoras más moderadas y bipartidistas del congreso estadounidense, si no que era defensora acérrima de la justicia económica para las familias de clase media y baja, y los veteranos de las fuerzas armadas.
A la representante por Arizona también se le reconoce su liderazgo en la adopción de energía alternativa en el país, especialmente, energía solar, y en el reforzamiento de las fronteras, sin estigmatizar al inmigrante.
Pero la forma digna, valiente y responsable con la que ha llevado el arduo proceso de recuperarse de ese balazo que le destrozó parte del cerebro, es y será una lección para todos los que aspiramos a ser lo mejor que podemos ser en la vida. Pónganse en su lugar, el ataque que la ha dejado minusválida, probablemente de por vida, fue motivado por odio, Giffords podría haber respondido también con resentimiento, pero, por lo contrario no ha parado de llamar por la unidad del país y al cese de las hostilidades entre los republicanos y demócratas en el Capitolio.
Semanas después del accidente, cuando apenas podía decir algunas palabras, el marido de Giffords, el astronauta Mark Kelly anunció que con el apoyo de su esposa participaría en la última misión de un transbordador espacial que despegara de NASA. Hay que tener los pantalones bien puestos para dejar que el esposo se vaya al espacio cuando uno esta tan frágil. ¿No les parece?
Además, ahora que ella es convaleciente de una herida neurológica, su equipo se ha abocado a defender a los veteranos de guerra con lesiones similares.
Yo creo que a nadie en Washington le habría sorprendido si la legisladora les hubiese mandado una cartita de renuncia desde el hospital o la comodidad de su casa, pero Giffords hizo las cosas bien hechas y compareció ayer a la cámara para votar en una ley importantísima, que incrementa los poderes de las fuerzas fronterizas para luchar contra el narcotráfico, de apoyo bipartidista y de la que había sido autora parcial. Para firmarla entró a la Cámara de Representantes caminando despacito, cómo sólo puede hacerlo ahora, y una vez más recibió el apoyo y el aplauso unánime de un congreso que para pocas cosas se muestra unido.
Después presentó su renuncia, porque aún le queda mucho camino por recorrer para recuperarse y quiere dejar espacio para que Arizona elija a otro representante.
La ley fue aprobada por el Senado el viernes y falta la firma del presidente.
Es decir, cerró su etapa legislativa con broche de oro. Mis aplausos y admiración a esta mujer que por su espíritu de luucha y superación bien podría ser latina.
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