La de Andrea Avigal es una historia dramática y tristísima. Tan dramática y tan triste que ese no es su verdadero nombre. De niña fue maltratada y abusada por su padre, quien terminó suicidándose cuando ella tenía 16 años, luego de que ella lo confrontara por abuso sexual. Vivió torturada por la culpa. Buscando llamar la atención, se inventaba enfermedades que en más de un caso ameritaron hospitalizaciones: se cortó, se envenenó, se infectó con bacterias. Pasó cuatro años es un sanatorio psiquiátrico.
Luego se casó, tuvo tres hijos y cuando creía que por fin la vida le sonreía, se enfrentó al más terrible de los dolores que una madre puede soportar: su hijo menor fue diagnosticado con cáncer y ocurrió lo peor.
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Cuando tenía apenas 5 añitos Avigal se cortó intencionalmente con un vidrio y descubrió que podía ser el centro de la atención de sus padres. A los 12, fingió con éxito un ataque de asma y terminó en la emergencia del hospital. Otra vez se tomó 90 laxantes. Pero tocó fondo en 2005, cuando estuvo al borde de la muerte hospitalizada en la unidad de cuidados intensivos con una sepsis luego de haberse inyectado ella misma unas bacterias.
Avigal sufre de un trastorno psiquiátrico difícil de tratar y casi imposible de curar. Padece del síndrome de Munchausen, una terrible enfermedad que hace que quienes la sufren tengan una necesidad subconsciente y desmedida de atención y para lograrla fingen estar enfermos y se hacen daño a propósito a sí mismos. Se inventan síntomas y hasta pruebas de laboratorio todo con tal de que la gente les preste atención y se preocupe por ellos.
Gracias al psicólogo Tom. G. Hall y a una técnica poco convencional que adoptó para tratar a Avigal, y que consistió en estar disponible para ella incluso fuera de las horas de consulta, la mujer ha experimentado una increíble mejoría.
La relación paciente-doctor entre Avigal y Hall se ha prolongado por más de ocho años y ahora hasta han publicado un libro Secrets Unraveled: Overcoming Munchausen Syndrome (Revelando secretos: Superando el síndrome de Munchausen), con la idea de arrojar luz sobre el tratamiento no convencional de esta terrible enfermedad.
"Vi que su curación dependía más de nuestra relación y por lo mismo me sentí obligado a ampliar mis funciones más allá de los límites de la terapia convencional", dice Hall en la introducción del libro. Tratar a Avigal lo llevó a dar la extra milla, extralimitarse en sus funciones como psicólogo y a salirse de su zona de confort. Gracias a ese gran esfuerzo en lo personal y profesional, Avigal pudo recuperarse.
Aunque ambos tienen la misma edad, Hall fue para Avigal el padre amoroso y comprensivo e incondicional que nunca tuvo. Ocho años más tarde, Avigal logró salvar su matrimonio de 30 años, tiene dos hijas preciosas de 20 y 23 años y hasta regresó a la universidad e hizo una maestría en trabajo social. ¡Qué bueno por ella!
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