Hacer dieta es cambiar de hábitos alimenticios. De eso no hay duda. Y para perder peso es necesario privarse de muchas cosas, pero eso no significa que mantenerse en forma hay que desterrar todas esas delicias que ejercen tan fuerte tentación. La verdad es que sí puedes disfrutar cosas ricas sin sumar libras. Basta con seguir la dieta de los tramposos.
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Come un par de golosinas: Date permiso para saborear dos deliciosos dulces por semana. Y asegúrate de que sean de calidad: una bola de chocolate verdaderamente grande y cremosa, una rica galleta o un fragante café. Calcula para esto unas 200 ó 300 calorías por golosina.
Cena afuera: Concédete dos estupendas comidas a la semana. Es tu momento para saborear esos alimentos fuera de dieta que pensabas que estaban completamente fuera de los límites, como dos pedazos de tu pizza favorita o ese filete con puré de papas con el que te descubriste soñando el otro día. Hay una advertencia, eso sí: mantén el control de las porciones. Estamos hablando de dos trozos pequeños de pizza acompañados de ensalada, ordena cortes de carne reducidos y come solo la mitad de la crema.
Date unos tickets para cóctel: Claro que puedes disfrutar un vino, una cerveza o un Cosmopolitan, pero tendrás que contener tu sed si estás tratando de perder una o dos libras por semana. Calcula tu promedio semanal de tragos y toma una cuarta parte de lo que solías beber. Así podrás disfrutar un traguito sin interrumpir tu proceso de pérdida de peso.
Saborea un chocolate: Por suerte, puedes saborear un poco de chocolate cada día. Toma dos o tres cuadritos (unas 75 calorías). Y no olvides la regla de oro: compra un chocolate verdaderamente bueno, en el sentido de alta calidad. Verás que si escoges un bombón exquisito, comerás menos y quedarás más satisfecha que si comieras una cantidad mayor de un chocolate de menor calidad.
Atrévete, agrégalo a tu ensalada: Con todos los ingredientes adicionales, las ensaladas de los restaurantes pueden sumar, fácilmente, 700, 800, y hasta 900 calorías. Eso es mucho. Por otra parte, quién quiere un plato solamente de lechuga. No hay que resignarse. Mira lo que harás: coge un plato (no un bowl), ponle una capa de alimentos verde oscuro, un poco de proteína para llenarte, cualquier fruta fresca y los vegetales que te gustan. Haz una trampa añadiendo dos o tres cucharadas de alimentos prohibidos, como frutas secas, nueces, semillas, queso, tocino desmoronado, crutones, tiras de tortilla fritas o aguacate. Para terminar, riega tu ensalada con una cucharada de vinagreta verdadera (el toque de grasa ayuda a satisfacer y desbloquea algunos nutrientes en su ensalada).
Merodea por la cesta del pan: Si el pan es tu debilidad, cómelo, pero, otra vez, que sea el mejor. Si la cesta del pan está llena de rodajas mustias y rebanadas de pan sin gracia, tienes una buena razón para pedir al camarero que se lo lleve. Ese pan no te hará feliz. No vale la pena. Otro gallo canta si te atraviesa un dorado pan artesanal, de textura densa, corteza crujiente y perfume a recién horneado. Adelante, deléitate con un pedacito. Mójalo con una cucharadita de aceite de oliva o mantequilla y disfruta de cada maravilloso bocado.
Ve a las fiestas con un plan: No hay necesidad de pasarse toda la velada amarrada a los palitos de apio. Hazle un auténtico escáner al buffet, míralo bien, toma nota de tus bocados predilectos. Cuando ya esté clara del panorama, ve y elige solo dos o tres aperitivos de alto contenido calórico. ¿Quieres papas fritas y salsa? Cuenta siete papitas y mójalas (no las sumerjas) en el guacamole. Luego cúbrelas de verduras y frutas frescas. Y no olvides dejar un espacio para un dulce regalo al final. Te lo has ganado.
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