Confieso que los resultados de este estudio no me impactaron. Por el contrario, confirmaron mi creencia secreta de cuando eres comedora emocional (al igual que 75% de la humanidad), la probabilidad de que comas cuando estás feliz es altísima. Esto, por supuesto, echa por tierra la creencia según la cual comemos más cuando estamos tristes, ansiosas, deprimidas.
Como lo oyes. El estudio que fue dado a conocer recientemente por la Universidad de Masstrich, en Holanda, confirma que la probabilidad de que te atragantes cuando estás feliz es tan alta como el chance de que comas cuando tienes un problema. Y esto es así porque la mayoría de las personas tenemos un vínculo emocional con la comida.
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Que no me lo digan a mí que cocino y como cuando estoy feliz y, cocino y como cuando estoy triste, y he convertido tanto la comida como el comer en una razón de ser, al punto que invento y desarrollo recetas y cuando veo mis archivos fotográficos rara vez encuentro una foto de mis niños, mientras que tengo un registro detallado de cuánta cosa se coma en esta tierra.
Lo que demuestra este estudio es que los comedores emocionales como yo, que somos 75% de las personas, encontramos que cualquier emoción es la excusa perfecta para comer, no importa que estas emociones sean positivas.
Este hallazgo, por supuesto, podría cambiar la forma en que la ciencia médica considera el sobrepeso y la obesidad. Hasta ahora, las emociones positivas, los sentimientos de alegría, aceptación y felicidad no eran considerados como factores que hacen que la gente coma más.
Cuando comemos porque estamos tristes o deprimidas, sin darnos cuenta buscamos producir un cambio químico en nuestro organismo que produce sensación de bienestar: la comida nos proporciona un aumento de los niveles de azúcar en el organismo, aumenta la serotonina y nos sentimos mejor… temporalmente…
Cuando comemos porque estamos felices ocurre que no nos importan las calorías, nos sentimos relajadas, nos olvidamos de todos los consejos que hemos leído aquí en MamásLatinas, no nos importan las dietas y comemos por el puro placer de comer.
¿Tiene sentido verdad? Yo me la paso en eso: que si la vida es bella, que si la vida es corta, que si prueba esto, que si que delicia, que si que es una donut (si donuts, cero nutrición y todas las calorías juntas más una), que si son las vacaciones y no nos vamos a estar privando de los pequeños placeres de la comida… y cuando venimos a ver somos unas gorditas a punta de tanta felicidad…
Para nada bueno. Y para colmo, como cuando estamos felices tenemos la autoestima alta, pues ni siquiera notamos que estamos ganado libras a punta de sonrisas. ¿Será que habrá que resignarse a ser gorditas? Me niego, me niego y lo peor es que me estoy estresando y pensando en qué comer.
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