¿Quién se acuerda de la diferencia entre el esófago y la faringe? No, no es una pregunta del juego ¿Sabes más que un niño de primaria? Aprender sobre el esófago puede salvarte la vida. Me consta porque mi esposo fue diagnosticado ayer con un síndrome que se llama esófago de Barrett, que es el precursor del cáncer de esófago. Mi papá murió hace menos de un año justo de esa enfermedad.
Aunque el cáncer de esófago es uno de esos que llaman asintomáticos, es decir que no se notan hasta que están bien avanzados. Los médicos saben que sí hay un síntoma al principio de ese proceso que puede salvarle la vida al paciente: la acidez estomacal. Lo puedes llamar reflujo, heartburn (en inglés) ardor, como tú quieras. Pero si tú o alguien que conoces lo padece por más de dos semanas, o es una recurrencia después de consumir cierto tipo de comida. ¡Por favor, anda al médico!
Sí, lo sé, es un fastidio. ¿Quién tiene tiempo o hasta dinero para ir al médico? Mucho más si te ponen en una dieta especial, tienes que comprar medicinas o ¡Dios no lo quiera! Te mandan a hacer una endoscopia. Amigas, el rosario de razones por las que ir al doctor es una inconveniencia me lo conozco de cabo a rabo. Pero créanme, no es nada comparado a lo que significa un diagnóstico de esófago de Barrett o cáncer.
Se considera que se tiene esófago de Barrett, cuando partes de la primera membrana dentro del esófago mutan y el tejido se convierte en gemelo del tejido de los intestinos. La principal causa del esófago de Barrett es el reflujo estomacal. Mi esposo lo ha padecido por años, pero nunca quiso ir al médico porque no quería que le dijeran que tenía que dejar de consumir sus dos productos favoritos: cerveza y picante. Sorprendentemente, el gastroenterólogo le explicó que probablemente el gran culpable en su caso es la combinación de la Diet Coke (que tomaba como si fuese agua) y los antinflamatorios –él es atleta profesional, creo que no tengo que explicar más-.
Creo que a él todavía no le ha caído el centavo, pero yo estoy destrozada. Hace justamente un año esta semana que recibimos el diagnóstico de mi papá. En su caso, el problema probablemente lo haya creado en su juventud, con su hábito de fumar tabaco negro y, como buen gallego, el consumo frecuente de embutidos: chorizo, salami, jamón serrano, con sus químicos fatales para la preservación. Digo de su juventud porque mi papá tenía 32 años sin tocar un cigarrillo y 25 sin probar un embutido. Le había dado un infarto 18 años antes y había cambiado su dieta de forma radical. Claro, nos dijo después un especialista, el tomar cuatro y cinco medicinas al día, tampoco había ayudado mucho al esófago.
Les cuento todo esto con la esperanza de que algunas de ustedes se tomen la acidez estomacal en serio. No es una condición que se maneja llevando productos que se compran en el supermercado, como Tums o Rolaids. Es algo que si se descuida puede ser mortal.
Anoche no pegué un ojo de la preocupación y ya que no podía dormir pasé la noche buscando recetas para cocinar sin tomates, ajos, cebollas o limón (ingredientes presente en más del 70% de los platos que come mi familia). Les iré contando lo que va funcionando.
Para contestar mi pregunta inicial, el esófago es el tubo que va de la boca al estómago. La tráquea el que va de la nariz y la boca a los pulmones. Cuando uno siente que se atraganta, es porque la comida trató de entrar a la tráquea. Mi papá pasó los últimos meses de su vida sin poder comer. Era alimentado por una sonda estomacal, porque el cáncer le erosionó las paredes que separan al esófago de la tráquea. Todo empezó con un poquito de acidez. Vé o lleva a esa persona que amas al médico. No quiero asustarte más, pero el precio de ignorar un síntoma como este es demasiado alto para cualquiera.
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