Mis hijos jamás han querido comer la comida que sirven en los almuerzos de la escuela. Como saben que cocino y además lo disfruto, dan por sentado que se llevan el almuerzo de la casa. Preparar esa comida supone creatividad y disposición. Me refiero a que hay que empacar algo balanceado y nutritivo, que se conserve bien desde el momento en que los niños salen de la casa hasta que comen unas horas más tarde en el colegio, y sobre todo que les apetezca. Pero lo peor no es eso, sino que a pesar de todo el esfuerzo y amor que ponemos en la lonchera, como mamás jamás tenemos la certeza de si lo que uno les pone es lo que efectivamente se comen.
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Me niego a comprar las cajitas de almuerzo pre-empacadas. No critico a quien lo hace, pero no creo que sean lo mejor para mis hijos. Tampoco les pongo zanahorias crudas o pedacitos de brócoli. Prefiero prepararles un buen sándwich de pan integral, o una arepa hecha con masa de colores (que se tiñe con vegetales como la remolacha, la zanahoria y la espinaca) a la que a veces le pongo chía, y variar los rellenos: salami, jamón o pavo rebanados, que puedo combinar con queso y siempre trato de ponerle unas hojas de lechuga, además de mandarles una fruta (mandarinas, manzanas o uvas), agua y alguna bebida que puede ser leche achocolatada, té o jugos de frutas que no necesiten refrigeración.
Por lo general opto por las bebidas que vienen en empaques tetra-pack o que no necesitan refrigeración. La razón es que en mi casa y desde que mis niños eras pequeñitos, la "lonchera" es una bolsita de papel marrón (la clásica lunch brown bag) en la que meto todo. Es decir, en mi casa no hay loncheras, ni bolsos refrigerados, ni termos, ni cubiertos plásticos. Me parece lo más práctico y no corro el riesgo de que se pierda nada, o de que algún alimento se quede en la lonchera un fin de semana y se pudra. Además tampoco tengo que estar lavando ni desinfectando nada.
Como mis hijos salen de mi casa bien desayunados y además del almuerzo siempre les mando una merienda que puede ser una barra de granola, una fruta, o un sándwich con Nutella, o un yogur de los que vienen en tubitos congelados, no me complico mucho con los almuerzos. No soy de las mamás que mandan pizza y galletas, pero tampoco hago del almuerzo escolar un gran tema, entre otras cosas porque quiero que mis hijos se sientan cómodos con lo que llevan, y también porque sé que al regresar del colegio les espera una merienda saludable y una cena rica y balanceada.
Como creo elegir y opinar forma parte de su desarrollo y crecimiento, mis hijos, tienen voz y voto en cuanto a lo que quieren comer y si por ejemplo ahora para Halloween mi hijo de 10 años me dice que quiere sus sándwiches en forma de calabaza o de fantasma, no tengo problema es buscar mis cortadores de galletas y hacer algo divertido. Si no van de compras al auto mercado conmigo, suelen decirme qué tipo de bebidas quieren o quésnack les provoca. También sé que no les gusta llevar nada que tenga pescado, huevo, brócoli o coliflor, y no porque no les fascine por ejemplo un sándwich de ensalada de atún o de ensalada de huevo, o porque no les gusten los huevos sancochados, sino porque no quieren nada que "huela" cuando abren la bolsita ziplock donde suelo poner los sándwiches.
Trato de que todo sea saludable pero no soy una dictadora. Hacemos galletas de avena y chía y se las empaco para la merienda pero también comen galletas Oreo y pan con Nutella.
Imagen vía Corbis, María Barreiro