Así como me encanta cocinar, odio limpiar la cocina después. Lamentablemente, a mi marido le pasa lo mismo y él es, por naturaleza, un cocinero mucho más ordenado que yo, por lo que esa civilizada costumbre de que uno cocina y el otro limpia no funcionaba en esta casa. Traté, no sabes como traté, de convencerlo que era lo más justo, pero él se dio cuenta rapidito de que no le convenía. Cuando yo cocinaba parecía que había explotado una bomba. Nadie está más sorprendida que yo de la forma en que logré cambiar eso.
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1. Hazte amiga del papel aluminio. Me encanta porque puede ser reciclado y hasta usado varias veces si no queda demasiado mugriento. Yo uso el papel aluminio para cocinar todo lo que va al horno.
2. Aprovecha el horno y la olla de cocinado lento. No sólo es más sano, si no que evitaras las salpicaduras. Para el horno, acuérdate de revisar que esté limpio antes de encenderlo. Más de una vez se me ha llenado la casa de humo por algún desecho calcinado.
3. Pon un envase con agua tibia y jabón de lavaplatos en la tina. Lo que vas usando puede ir allí. Cuando termines de cocinar, tendrás utensilios sin comida pegada, que puedes meter directamente al lavaplatos o lavar a mano sin demasiado esfuerzo.
4. Ve lavando a medida que vas cocinando. Es algo que odiaba y que ahora hago automáticamente. Es maravilloso terminar de cocinar y ver todo ordenado.
5. Consigue un ayudante. Eso es lo mejor, alguien que converse contigo mientras haces tu obra maestra y vaya enjuagando y guardando. ¡Es más divertido así!
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