Todos los estudios ambientalistas que he leído coinciden en lo mismo. Hay más contaminación dentro que fuera de la casa y, el principal agresor a nuestras vías respiratorias cuando estamos dentro de nuestros hogares, dulces hogares, es prácticamente invisible. Te estoy hablando del polvo. Sus ácaros se asientan en los marcos de las puertas, sobre las almohadas, en las pantallas de las lámparas y en las esquinas de las paredes.
Aunque no hay como deshacernos totalmente de él, hay formas de reducir radicalmente la cantidad de polvo que entra y se queda entre nuestras cosas y las de nuestra familia. No es difícil, pero sí requiere de mucha diligencia. ¡Prepárate para actuar!
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1. Airea tu casa. Parece contraintuitivo, pero no lo es. El problema es el ambiente que se acumula en nuestras casas en estos países donde las temperaturas extremas nos obligan a vivir encerrados. Aunque haga frío o mucho calor, abre las ventanas al menos una vez a la semana. Para que no se te vaya la calefacción o el aire acondicionado. Cierra la puerta del cuarto que estés aireando. Haz uno por vez.
2. Limpia los filtros. Si los filtros están sucios esparciarán el polvo por toda tu casa. Aquí también te recuerdo que le prestes atención a los ductos del aire acondicionado. Se recomienda limpiarlos, si puedes profesionalmente, al menos cada seis meses.
3. Saca los plumeros de tu arsenal de limpieza. Los plumeros sacan el polvo de los objetos, pero mandan la mitad al aire. Lo mejor es limpiar con paños absorbentes, preferiblemente con aceite. Si no, con una botella llena de agua tibia en spray. Si sacas el polvo en seco seguirá en el aire.
4. No abandones las cosas que no ves. Los marcos de las puertas, los rodapies, las partes de atrás de los electrodomésticos. Allí se acumula muchísimo polvo y rara vez nos ocupamos de ellos.
5. Hazte amiga de la aspiradora. El polvo que allí entra, ahí se queda. La excepción son las que no usan bolsas. Cuando limpies la cápsula receptora, hazlo si puedes afuera o en la ventana.
Imagen vía Corbis