Recuerdo estar en la cocina de mami cuando era una chica. Era una cocina amplia con muchas ventanas que dejaban entrar la luz del sol a todas partes de ese espacio que era tan de ella, donde nadie era más diestro, más hábil y talentoso en el arte culinario que ese ser al que extraño tanto. En una típica mañana de domingo, el olor a pancakes nos despertaba y nos atraía a mí y a mis cuatro hermanos casi como sonámbulos a la mesa. No era iHop, ¡era muchísimo mejor!
¿Qué sería eso que hacía que los pancakes de mami nos encantaran tanto como sus delicias más complicadas que también eran clásicos de su cocina? ¿Sería el amor con el que nos los servía? ¿Sería la espléndida sonrisa en su cara al ver las ganas con las que nos los comíamos?
Ella me enseñó sus trucos para que la consistencia de la mezcla de pancakes (panquecas o panqués, como le digas tú) fuese tal que al vertirse en la sartén caliente se esparcieran poco a poco hasta llegar al redondo casi perfecto de algo que prometía disfrute a la vista y disfrute al paladar. A todos nos gustaban los suficientemente cocidos que las orillitas quedasen crujientes y tostaditas. ¡Era lo que siempre dejábamos para el final! Quedaba esa rueda de pancake tostadito, bañadita en miel, eso que nos saboreábamos con un gusto sinigual.
Cuando me convertí en mamá, me aseguré de que me enseñara a hacer que mis pancakes supieran como los de ella pues quería que al recrearlos para mis hijos llegase posiblemente yo a recrear una de esas experiencias de la infancia que recordaré por siempre. Claro que al disfrutarlos mis hijos a quien recuerdan es a mi mamá porque nada como los 'pancakes de Abi', dicen ellos.
En esto consiste la receta (y el secreto) de los pancakes de mami:
Su secreto estaba no en las medidas exactas de la harina y la leche (porque ella los hacía con leche, no con agua, y no medía nada sino que lo hacía como decía ella ¨a ojo¨), sino en que la mezcla llegue a la consistencia parecida a la de la avena cuando está cocinada. En otras palabras, no muy líquida sino tirando a espesa. Yo siempre empiezo con dos tazas de harina de pancakes y una taza de leche. De ahí voy añadiendo leche poco a poco y mezclando hasta la consistencia deseada.
¡Ah! Otra cosa. Mami hacía sus pancakes en una sartén con mantequilla (no margarina) derretida. Luego de vertir la mezcla suficiente para alcanzar el tamaño de pancake deseado, mami añadía un cuadrito de mantequilla extra que le pasaba a los bordes mientra se cocinaba. Entonces era cuestión de esperar a que empiecen a salir burbujitas de aire en la superficie del pancake para saber que es hora de virarlo por el otro lado. Unos minutos más tarde ya estábamos abriendo el syrup y silencio en la cocina.
Si bien es cierto que hoy la cadena de restaurantes International House of Pancakes o IHOP ofrece pancakes gratis en honor al séptimo anual National Pancake Day, gracias, pero no gracias. Aunque los ofrezcan de todos sabores y con todo tipo de toppings, sigo prefiriendo cien veces ¡los de mi mamá!
Imagen vía Galveston.com/flickr