Los 12 looks de Melania Trump que más han dado de qué hablar

Melania Trump, como buena modelo, sabe cambiar de piel con cada nueva tendencia, pero la etapa que ahora afronta como primera dama será, en cuestión de estilo, una incógnita que pronto se resolverá. De momento, analizamos su evolución desde sus inicios como maniquí a la opulencia de ser la señora Trump.

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Imágenes via Getty

En 1999, Melania Trump no se llamaba Melania Trump pero ya apuntaba maneras.

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Todavía tenía un deje de país comunista en su sobriedad y su nombre no era sino Melania Knauss. Eso sí, este vestido bien ajustado en tono lila y brillos nos parece que, puesto hoy en día, seguría deslumbrando.

Cuando Melania conoció a Donald.

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Su cabello era mucho más oscuro, su silueta igual de envidiable y, a pesar de estar saliendo con un multimillonario, apostó por un look clasico en blanco, sobrio, cómodo y hermoso. Donald Trump y su flequillo, en cambio, incólumes hace ahora 15 años.

Los confusos comienzos del nuevo siglo le trajeron sus looks menos afortunados.

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En 2002, Melania se enfundó este vestido que, en cambio, no nos convence nada. Las transparencias que hacen de ese corpiño un picardías y la caida de la falda con el remache en tul nos parecen bastante insípidos. ¿Tú qué crees?

Comienza a aclarar su pelo y muestra estilos tan informales como este conforme avanza la década.

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A pesar de su espectacular físico, Melania puede llevar atuendos tan normales como esos pantalones vaqueros y esa camiseta fucsia. Eso sí, escotazo que no falte y buena transparencia. Tiene un toque vulgar, pero nos gusta.

Comienza el ascenso social y no puede evitar entregarse a fondo en la Met Gala.

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En 2004, Melania cumplió su sueño de ir a la alfombra roja del año. La temática no pudo dar más juego para sus gustos barrocos: "Las amistades peligrosas". Y así, como si fuera la mismísima Madame de Tourvel, apareció con ese vestido que juega con el tiro largo y el corsé sin miramientos.

Como buena señora de Trump y buena europea del Este, las pieles le pierden.

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Esa es nuestra Melania. Bien de exceso millonario, bien de temática eslava. Las pieles, estés a favor o en contra, parecían ser su hábitat natural en esta fiesta de cumpleaños de Stephen Schwarzman. Era 2007 y Donald Trump y ella ya habían pasado por el altar.

En 2010 ya lucía como una auténtica "newyorker"

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En la sencillez, la versastilidad y la comodidad glamorosa está el truco de ser neoyorquino y Melania, aun desde su torre, no quiere dejar de pertenecer a la vida social de Manhattan.

En 2011 demostró por qué el blanco es su color favorito.

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No preguntes por qué. Le sienta como un guante.

No tenemos fotos de su boda, pero esto es lo más parecido.

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Melania sabe llevar los vestidos de los grandes diseñadores. En cuanto llegue a la Casa Blanca habrá que ver quién será su modisto o modista de cabecera. Tom Ford, por ejemplo, ya aseguró que se negaba a colaborar con ella. Carolina Herrera y Tommy Hilfiger son de los pocos que apuestan por ella como un nuevo hito del estilismo presidencial.

También el negro le da un toque muy sensual.

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En 2014 paseó con este modelo en negro con chantilly en lugares estratégicos. No sabemos si ese toque felino que tiene Melania es lo que se espera de una primera dama, pero no podemos esperar a ver cómo resulta la mezcla.

También puede tener un toque bien modosito cuando quiere.

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Melania puede poner cara de niña buena cuando quiere. Sabe ser versátil, que para eso es modelo. Y en 2015 acudió tan inmaculada a la fiesta del Saturday Night Live, programa con el que ahora no creemos que se lleven tan bien. Todo es tan impredecible en esta nueva era…

Siempre impecable, esperamos lo mejor de ella como primera dama.

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Ahora llega el momento de la verdad. Nunca una primera dama había llegado con tanta experiencia ante los flashes y con tanta carrera en la moda. ¿Será eso bueno o malo? ¿Será tan integradora como Michelle Obama o tendrá un discurso elitista? Veremos.