Yo también me haría una cirugía en los pies para poder calzar mis zapatos favoritos

Soy candidata a una cirugía de pies. No es que la necesite. Al menos no todavía. Pero si hiciera falta, me anoto y te cuento que está de ultimísima moda. Me dirán frívola y todo lo que quieran, pero es que ni cuando sea ancianita me veo usando esos zapatos "cómodos", "confortables", de ese color que no se definir (pero que es algo así entre gris y beige) y que tienen el sello inconfundible de la marca Dr. Scholls.

Y ojo que soy de pies delicados. Pero me niego a un par de zapatos o sandalias que no encajen dentro de la categoría "sexy". Y entonces ¿para qué se es mujer si una no se puede poner tacones? Échale la culpa a Manolo Blahnik y a Christian Louboutin

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Te cuento amiga que la última moda, para quien puede pagarlo, claro está, son los pies "diseñados" para los "zapatos de diseñador". Me refiero a que hay médicos podólogos que están haciendo una fortuna practicando cirugías en los pies de las mujeres que sufren porque no pueden ponerse sus zapatos favoritos.

Los procedimientos no se limitan a operar los antiestéticos y dolorosos juanetes. No. Hoy te puedes achicar de talla los pies, acortar algunos dedos y hasta mandarte a poner una "almohadita" de grasa en el talón para que los tacones te queden más cómodos.

Además hay a quienes les ponen Botox en las plantas de los pies para controlar la sudoración, o les hacen una terapia de inyección de plasma, o les inyectan rellenos para amortiguar el metatarso.  

La verdad es que, a riesgo de que me critiquen, a mí todo esto me parece fabuloso, como me parece fabuloso todo lo que nos haga sentir y lucir mejor. Ya me dirán que esto es para quienes no tienen en qué gastar el dinero. Y aunque por ahora estos procedimientos son costosos y por lo mismo reservados a una élite, me gustaría saber que cuando sea abuela me podré calzar con zapatos que además de cómodos sean bonitos y seguir siendo una mujer coqueta y arreglada para poder decir como decimos las venezolanas "primero muerta que sencilla".

Yo, por ejemplo, dejé de ponerme tacones altos mientras tuve a mis hijos chiquititos. Ahora he vuelto a los tacones, pero difícilmente puedo calzarme unos stilettos o usar tacos de más de 4 pulgadas (y con lo que me gustan). Así que si me dijeran que haciendo esto o aquello, me podré encaramar en unos zancos o bailar toda la noche en sandalias altas y sin dolor, te juro que lo haría con los ojos cerrados y sin pensarlo dos veces.

Claro que jamás llegaría al extremo de las pacientes que le han pedido a sus podólogos que les hagan una liposucción en los pies o que les corten el dedo meñique para poder calzarse unos Louboutini.

Ni calvo ni con dos pelucas.

Imagen vía Thinkstock