Sé que no tiene sentido. No lo puedo evitar. Cuando vi las fotos de una chica que orgullosamente enseña sus axilas y piernas llenas de pelos se me revolvió el estómago. Conste que no soy de las que le gustan los hombres lampiños, ni soy obsesiva con los tratamientos de belleza. Pero no puedo con esto.
"Soy una de esas mujeres que odia depilarse. No sé si hay muchas por ahí fuera, pero sospecho que sí. Desde el primer día en que, siendo adolescente, decidí que tenía que deshacerme de los pelos en piernas y axilas, he vivido la depilación como una tortura. Una pérdida de tiempo que, además, me acarreaba sufrimiento", escribió la española Paloma Goñi, la mujer en cuestión, en su blog Aires de cambio.
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Entiendo sus argumentos, que la depilación viene de cánones de belleza absolutamente subjetivos, que debería ser un derecho de toda mujer de respetar la naturaleza o no sin que nadie la acose o la mire feo, que quiere eliminar el tabú de la depilación femenina y ponerlo en el tablero. Intelectualmente, hasta estoy de acuerdo. Pero llevándolo a la práctica me parece un espanto. Lo siento Paloma. Te respeto, pero no me parece bien para nada.
Lo encuentro antiestético y hasta antihigiénico. De hecho, conozco varios hombres -todos deportistas y ninguno metrosexual – que han comenzado a afeitarse el pecho y debajo de los brazos para evitar el mal olor. A mí encanta mi marido con sus vellos, lo encuentro bien sexy y masculino. No sé si es aprendido y francamente no me importa. Ellos se ven bien con sus pelos y nosotras no. Es mi opinión.
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Dicho eso, admiro mucho a Paloma por haber lanzado al mundo sus fotos con sus "selvas negras" como llama a sus vellos. Es, sin duda, una mujer mucho más valiente que yo y es obvio que no le importa el "que dirán". Y si siente que depilarse es tortura, pues que bueno que no está pasando por eso. Ah, y antes de que pienses de que nadie la va a querer así, te cuento que las fotos se las tomó su novio.
Yo tuve que rogar de pequeña para que me dejaran depilarme. Recién a los 13 años conseguí el permiso, después de un gran regaño, pues tomé una afeitadora de mi mamá y me deshice de mis vellos a pesar de la oposición de mis padres. Desde ese entonces soy obsesiva con el tema. Me parece una señal esencial de una mujer que se cuida. Lo mismo opino de la pedicure, que es otra cosa que se ve que a Paloma no le va, pero ese ya es otro tema.
Imagen vía Aires de cambio