Cuando apareció en el acto privado de juramentación de su esposo este domingo, Michelle Obama se robó el show, una vez más, y como sólo ella sabe hacerlo. Llevaba un vestido azul cobalto con un suéter del mismo color, del diseñador estadounidense Reed Krakoff, en armonía perfecta con la corbata de su marido, y luciendo ese flequillo que le sienta es-pec-ta-cu-lar.
Sin duda el flequillo fue el abreboca de lo que ha sido ese desfile de elegancia, clase y estilo "al alcance de todos" al que la Primera Dama nos tiene acostumbrados. Su propio marido dijo que le encantaba y enamorado confesó que "ella siempre se ve bien" (me puedo morir con este hombre).
El Presidente se atrevió a decir que el nuevo peinado de Mrs. O fue "lo más significativo" de este fin de semanalargo en el que celebramos la democracia, no sólo porque recordamos a Martin Luther King, sino porque asistimos a la segunda inauguración de Barack Obama como presidente constitucional de los Estados Unidos de América.
Volviendo al peinado, yo digo que Michelle luce como una muñeca y me encanta esta mujer porque se atreve. Sabe que es una inspiración para quienes le seguimos los pasos y se atreve. Creo que lo mejor del estilo de la Primera de Dama es que adapta la moda a su estatura y espléndidas cáderas y se divierte haciéndolo.
La noche del domingo volvió a hacer de las suyas cuando apareció en la ceremonia en el Museo Nacional de la Construcción enfundada en un vestido de coctel negro de lentejuelas, dejando al descubierto unos de sus mejores atributos: sus brazos de atleta.
Como en otras oportunidades, se confesó enamorada de su marido a quien dijo: "Déjame decirte, que ha sido verdaderamente emocionante ver a este individuo apuesto y encantador, convertirse en el hombre y el presidente que es", y de seguida acarició el rostro del hombre más poderoso del mundo. Y yo, que estoy enamorada del amor y soy una romántica empedernida, no pude evitar suspirar.
Como si todo esto fuera poco, hoy Michelle volvió arrancarnos un ¡guao! al salir de la Casa Blanca, rumbo a la ceremonia pública de inauguración de Barack Obama como el presidente número 54 de los Estados Unidos de América, en las afueras del Capitolio en Washington, DC., enfundada en un abrigo, azul grisáceo entallado hasta a la cintura y que luego se abría como campana, también diseñado especialmente para ella por el estadounidense Thom Browne, al que complementó con un atrevido cinturón de J.Crew, guantes de un color entre vino y violeta de la misma marca, y botas de piel negra hasta la rodilla.
Debajo del abrigo llevaba un vestido del mismo diseñador, que hacía juego y que lució en el almuerzo inaugural.
No puedo esperar a ver qué se pondrá esta noche para la gala en la que la Primera Dama le dispensará un baile a su esposo, tal como lo hiciera hace cuatro años cuando lució aquel inolvidable vestido de chiffon blanco, con flores blancas de gasa y pedrería, diseñado por Jason Wu y que hoy se exhibe en el Museo Smithsonian.