Hay mucha gente que quiere cambiar. Eso es un hecho. Sólo lo que se gasta anualmente en Estados Unidos en productos de belleza, peluquerías y cirugías plásticas debe equivaler al presupuesto anual de un país pequeño. Es decir, quien no esté a gusto con sus características no está sólo; es parte de un amplísimo grupo.
Independientemente de las particularidades de cada quien, el cambio puede ser algo bueno. La persona puede sentirse más a gusto consigo misma y puede llegar a relacionarse mejor con los demás. Aunque en líneas generales, las inconformidades con las que las personas -sobre todo nosotras las mujeres- tenemos que lidiar, así nos cueste reconocerlo, tienen que ver con nuestro mundo interior. Una de las herramientas que todas tenemos para lograr esos cambios es la relajación. ¡Y además es gratis!
Casi siempre quien está conforme consigo misma espiritual y emocionalmente se ve guapa y atractiva, independientemente de que tenga unas libritas más o una arruguita visible.
Cuando pensamos en cuáles son los cambios más urgentes, los más importantes y los más efectivos en producir resultados positivos, casi siempre la respuesta es: los que hacemos de adentro hacia afuera. Conozco gente que luego de haberse operado la nariz, por ejemplo, siguió inconforme con su aspecto. Mientras hay quienes no tienen la figura más agraciada de todas y son felices.
Un cambio relativamente sencillo, muy efectivo y que está al alcance de casi todo el mundo es, como te decía, la relajación. Sus beneficios incluyen mejorar la respuesta del sistema inmunológico, disminuir la presión sanguínea, mejorar el sueño y la concentración, y reducir la tensión muscular, entre otros.
Para lograr la relajación hay diversas vías que van desde la práctica de respiración acompasada hasta la dedicación sistemática a actividades como el yoga o el tai chi.
Convivir con el estrés diariamente nos acostumbra a sus efectos y nos dificulta reconocerlos. Además, afecta cómo percibimos y cómo reaccionamos a lo que nos rodea, una persona que nos lleva la contraria o nuestros propios errores.
Cuando estamos alteradas respiramos de forma rápida, lo cual contribuye a mantener otros componentes de la reacción de estrés, como las palpitaciones aceleradas y la tensión muscular.
Respirar de manera lenta y profunda ayuda a recuperar el control y, con la práctica, a disminuir el nivel de reactividad.
Escoje un lugar tranquilo, bájale el timbre al teléfono y siéntate con la espalda apoyada en el respaldo del asiento y los pies en el piso. Coloca una mano sobre el abdomen y la otra sobre el pecho. Toma el aire por la nariz y llévalo al abdomen. Tu mano debe levantarse suave mientras la que está en el pecho debe permanecer prácticamente inmóvil. Cuenta hasta seis al inhalar. Cuenta hasta cuatro manteniendo el aire en tus pulmones y luego exhale por la boca mientras cuenta hasta seis.
Con cada expiración afloja la cara, el cuello, la mandíbula y los hombros. Haz una pausa de dos o tres segundos antes de volver a tomar aire.
Una vez que aprendas a dominar la respiración abdominal, practica con los brazos apoyados sobre los muslos. Para mejores resultados, practica regularmente, ten paciencia…y recuerda volver a subir el timbre al teléfono.
¿Crees que sentirte relajada te ayuda a tener una mejor calidad de vida?
Imagen vía flickr