Mi abuelo materno era carpintero y mi abuelita, quien hoy tiene 96 años, fue como esas señoras de antes que eran mamás y amas de casa. Tuvieron ocho hijos en total y siete se graduaron en la universidad, hoy son doctores, ingenieros, administradores, economistas, biólogos y profesores universitarios. El más pequeño, mi tío Leonardo, nació con síndrome de Down y porque este viernes 21 se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down hoy te quiero contar su historia, que es un poco la mía también.
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Primero que nada, Leonardo es el mejor tío del mundo. Este año cumple 57 años y jamás se le ha olvidado un cumpleaños mío. No importa que no nos veamos desde hace muchos años, porque él vive en Venezuela y yo en Estados Unidos, siempre se acuerda. No en vano soy su primera sobrina y la que lo hizo tío.
Pero además Leo fue por muchos años mi mejor compañero de juegos y gracias a él aprendí lo que es el amor incondicional. Aunque era más grande que yo, en realidad fuimos contemporáneos. Gracias a él experimenté la rabia que da cuando alguien se burla de quien es más débil o está indefenso y cuando lo defendí, a pesar de ser una niña de 8 años, supe que nunca podría llevarme bien ni con quienes se dedican a acosar a otros ni tampoco con la injusticia.
Cuando Leo tuvo edad de ir al colegio, mis abuelos lo enviaron a uno que sólo atendía a niños con necesidades especiales. Costaba una fortuna y además quedaba lejísimo de la casa de mis abuelos. Pero como en mi familia la educación era importantísima, mi tío fue a la escuela es un país donde lo corriente era que las familias "escondieran" a sus hijos cuando estos eran diferentes.
Y Leo, aplicado como es, aprendió a leer y a escribir, con una caligrafía impecable que parecía salida de una máquina. Y se convirtió en un lector voraz. Tanto que se hizo socio de la biblioteca pública más cercana y año tras año se ganaba premios como el mejor lector.
Leo fue pionero de muchas cosas. Cuando algunas empresas comenzaron a emplear a personas con discapacidad, allí estuvo de primero. Cuando tuvo oportunidad de practicar deportes, se hizo atleta y gracias al empeño que le puso, fue a representar a Venezuela en por lo menos dos olimpíadas especiales, que yo recuerde.
Gracias a Leo, mi abuela le dio la vuelta al mundo varias veces, cuando lo acompañó a sus competencias deportivas. Y ahora que mi abuelita está viejita ¿quién crees que no se separa de ella? Pues mi tío Leonardo.
Claro que mi tío Leonardo tuvo la buena fortuna de nacer y vivir como hasta hoy en el seno de una familia como la nuestra, donde siempre fue querido y respetado como uno más, como el ser humano que es. Nunca nadie lo trató como si estuviera desvalido o como si fuera menos que cualquiera de los otros miembros de la familia. Nació y creció rodeado de afecto y eso le permitió crecer y ser la persona que es hoy.
Ha tenido problemas de salud como los hemos tenido todos. Y a pesar de las dificultades que sé que en su época representó criarlo, si le preguntas a mi abuela, te dirá que no le dio más quebranto que cualquiera de sus otros hijos.
Lo que sí nos enseñó Leonardo a todos quienes hemos tenido la fortuna de crecer con él y de que forme parte de nuestras vidas, es el significado del verdadero amor incondicional y eso es algo que, al menos para mí, no tiene precio.
Toda esta historia vino hoy a mi memoria luego de que vi el video que comparto contigo más abajo. Fue hecho por la fundación italiana Coor Down y fue la respuesta a una futura madre quien espera un bebé con síndrome de Down, está asustada y no sabe qué vida le esperara a su niño por venir. Espero que te guste tanto como a mí.
Embedded content: http://www.youtube.com/watch?v=Ju-q4OnBtNU
Imagen vía YouTube