Cuando te cuente cómo he hecho para no gritar ni alzarle la voz a mis hijos, no me lo vas a creer. Me estoy mudando sola con mis dos hijos varones de 10 y 12 años. Embalé todo en cajas pequeñas para que ellos pudieran cargarlas y adivina qué: no sólo cargaron todo, sino que ni siquiera quisieron que los amigos de la familia vinieran a ayudar porque ellos estaban a cargo. Hicieron un trabajo impecable y estoy orgullosa de ellos. Pero en una de esas, la rivalidad entre hermanos afloró, comenzaron a decirse cosas feas y casi se van de las manos.
No te digo lo que me provocó de verdad, pero les dije, sin alterarme, que si seguían los dejaba en la casa vieja y a la nueva no entraban. Se quedaron mudos. Y es que de un tiempo para acá he desarrollado una terapia anti gritos que me ha dado resultados para ser lo que todas queremos ser: una mamá calmada. Sigue leyendo para que veas de qué se trata.
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Ser mamá no es cosa fácil. En la crianza, en el día a día, experimentamos sentimientos fuertes que van desde el temor a la tristeza, la impotencia, la rabia, la culpa, y nuestros hijos, las personas que más queremos en el mundo, desencadenan esos sentimientos que no sólo son naturales sino aceptables. Lo que no es aceptable es cuando no podemos controlarlos y explotamos: pegamos cuatro gritos o le damos un pescozón a alguien.
Desde hace rato me he propuesto como meta ser una mamá calmada. Yo que me considero una persona asertiva, que logra sus metas, te digo que este es el reto más difícil al que me he enfrentado. Con base a lo que he encontrado en Empowering Parents, un portal web en inglés dedicado a ayudarnos a ser mejores mamás y papás, esto es lo que he hecho para que la gritadera sea cosa del pasado:
1. Identificar cuáles son los factores internos que nos alteran para así poder controlarlos: en lugar de explotar nos podemos controlar y mantener la calma. En general lo que nos altera suele ser la desesperación, el desamparo, la impotencia, el miedo y la culpa.
2. Concientizar que un grito o gritar sólo generará más estrés, ansiedad e incluso respuestas agresivas en quien nos escucha. Aprendí que gritar no funciona cuando vi a mi hijo menor taparse los oídos por que no soporta que le griten. La idea es que aprendamos a controlarnos y a expresar lo que sentimos en una forma madura y racional. No es fácil, pero se puede.
3. Entender lo que está en juego. Los gritos y la rabia afectan negativamente la interacción con tus hijos. Date permiso para ser imperfecta. No hay nada malo en sentir ira, pero no podemos dejar que la ira explote y nos domine.
4. Sanar las heridas del pasado. Conoce tu historia personal y familiar. Termina las tareas pendientes y no cometas los errores que tus papás y abuelos cometieron contigo.
5. Evitar las luchas de poder. No te enganches en interacciones negativas con tus hijos. No reacciones. Raciona y piensa antes de actuar. Y repítete a ti misma que estás en control.
6. Evitar la programación negativa. Nada de "ahí viene otra vez" o "estos niños no hacen caso". Ten una visión positiva de tus hijos y del manejo de tu casa. Prográmate positivamente.
Nadie dijo que ser mamá era fáci, pero te aseguro que cuando dejes de gritarle a tus hijos tu vida será otra y la de tus pequeñines también. Paciencia y mucha fortaleza amiga.
Imagen vía Corbis Images