Tu pequeño está en una etapa donde su cerebro tiene muchísima plasticidad y evoluciona rapidamente. Tu casa puede ser uno de los mejores espacios de aprendizaje antes de su ingreso definitivo a la escuela ya que cuenta con todas las herramientas que le facilitan el desarrollo de habilidades además del elemento más importante que es tu amor incondicional y paciencia que le ayudarán a ampliar sus capacidades.
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Actividades cotidianas que involucren sus cinco sentidos y que abran camino a su aprendizaje.
Permítele explorar sin riesgos y con tu supervisión a través del tacto cuando cocinan juntos, a través del oído identificando los instrumentos de una melodía, a través de la vista nombrando los colores de los objetos de casa.
Actividades que involucren movimientos de todo su cuerpo para que reafirme su noción corporal y de espacio.
Pídele que te traiga algo fingiendo que es un sapito y que mueva todo su cuerpo. Pídele que se ruede en la alfombra como un pequeño palillo o que se arrastre para alcanzar algún objeto que se encuentre bajo la mesa o bajo el sillón. Brinquen la cuerda juntos y bailen.
Actividades de organización y orden a manera de juego que los orienten a la formación de hábitos.
La excelente noticia que te tengo es que hasta los 3 años, tu pequeño tiene la capacidad de aprender y recibir conocimiento sin esfuerzo y casi de manera inmediata. Es el periodo que debes aprovechar para que juntos recojan los juguetes de la habitación y ordenen sus zapatos por ejemplo.
Actividades que involucren el control de su tonicidad muscular y su respiración.
Cuando ingrese al colegio, sabrá perfectamente cómo manejar la competencia y sus estados de tensión. Juega con él a sacudirse las hormiguitas imaginarias del cuerpo o a alcanzar el techo inhalando y después llevar las manos al piso con una fuerte exhalación.
Llévalo a dar caminatas en la naturaleza, respiren el aire puro y permítele explorar.
Se trata de que lo induzcas al aprendizaje por descubrimiento, esto implica que se interese en saber más por propia decisión y curiosidad. Toma un día de la semana para que explore lugares distintos, toquen los árboles, los troncos, las hojas, siéntense en el pasto y tu pequeño comenzará a preguntar.
Educación del ritmo a través de brincos, saltos y desplazamientos a diferentes velocidades.
Es la antesala al aprendizaje de la lecto-escritura. Con el sonido de un tambor o una cacerola de tu cocina y al ritmo que tú marques con un cucharón, pídele que brinque adelante y atrás, después cambia a un lado y al otro o haz juego de sillas.
Juega a hacer cadena de nombres para estimular su memoria auditiva y su atención y concentración.
Cuando estén recogiendo la habitación, al ir guardando la ropa o los juguetes puedes mencionar el nombre del juguete que metes al baúl así: pelota, cochecito, muñeca, zapatitos. Al final pregúntale qué fue lo que guardaron ahí y que intente decírtelo en el mismo orden.
Actividades de imitación motora que le resultarán muy divertidas y ayudarán a mejorar su motricidad gruesa.
Pídele que se acerque contigo al espejo cuando te estés arreglando para salir y que tome la misma postura que tú, después cambia y pídele que de nuevo te imite, ahora has una postura más compleja y así sucesivamente hasta que termines haciéndole cosquillas para relaje sus músculos.
Ejercicios en donde asocies una frase a una acción para estimular respuestas de rapidez mental.
Por ejemplo, cuando lo estés vistiendo después de su baño diario, puedes decirle: Estos son mis oídos y tengo dos —a la par que los tocas— después le preguntas: ¿y tú? , estos son mis ojos y te veo a ti. Tu pequeño tendrá que hacer lo mismo.
Dale instrucciones inesperadas de movimientos alternos o simultáneos para reafirmar su motricidad y su concentración.
Instrucciones como*: Hoy quiero que me saludes con la mano que comes, ahora toma el tenedor con la mano con la que te lavas los dientes, sube las escaleras iniciando con el pie que pateas el balón* lo haran crear nuevas redes neuronales.