Para ser bellas, hay que mirar las estrellas. Nunca un dicho tan cierto. Las mujeres hacemos cualquier cosa: nos planchamos y pintamos el cabello, nos depilamos las cejas, las axilas, las piernas y hasta las más privadas zonas de nuestra feminidad. Nos sometemos a dolorosas cirugías plásticas, nos torturamos en los gimnasios como si fuéramos atletas preparándonos para las próximas Olimpíadas, nos inyectamos botox y colágeno, nos blanqueamos los dientes, nos ponemos uñas acrílicas y por si fuera poco, además nos matamos de hambre. Todo. Absolutamente todo, para ser bellas. Pero lo que está haciendo esta joven aspirante a coronarse como Miss Venezuela, es como mucho con demasiado.
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Maya tiene 18 años y vive en Santa Cruz de Caracas, en Venezuela. Es uno de esos tantos barrios pobrísimos donde te matan para quitarte un teléfono celular o un par de zapatos de tenis. Pero Maya ya gastó $7.000 en hacerse una rinoplastia y acaba de someterse a un procedimiento para adelgazar que de sólo pensarlo duele.
Maya tiene un sueño: ganar el Miss Venezuela y mejorar la situación de su familia. Quiere ser reconocida y que la gente sepa que no tener dinero no es obstáculo, que también en la pobreza hay talento. Si gana el Miss Venezuela ella y su familia podrán salir del barrio Santa Cruz, donde cada 40 minutos ocurre un asesinato.
Por eso, la muchacha e__stá dispuesta a hacer lo que haga falta, así duela, para alcanzar los estándares de "perfección" que les impone el gurú de la belleza venezolana, Osmel Sousa__, para su participación en este concurso de belleza que mueve millones de dólares todos los años, definitivamente cambia la apariencia y la vida de las "misses", y que además también termina siendo un concurso para saber quién es el mejor cirujano plástico del momento.
Lo último que hizo Maya fue someterse a un procedimiento quirúrgico para perder peso rápidamente. Se trata de una malla plástica cosida a su lengua (sí cosida, como lo oyes) que hace que comer sólidos sea tan, pero doloroso, que sencillamente sólo puede alimentarse con líquidos.
Así que ahora Maya, una espigada morena, se somete a una rigurosa rutina de ejercicios, clases de pasarela, dicción, conversación y además no come sólidos. Un tanto rudo digo yo. Pero bueno, ella sabe lo que está en juego y va por el premio gordo: una corona que podría catapultarla al estrellato internacional.
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