Él le salvó la vida y ella lo hizo ciudadano

La ceremonia de adopción de la ciudadanía estadounidense suele ser especial para los que la reciben, no sólo por el estarse convirtiendo en un miembro con todos los deberes y derechos del país que hemos escogido como hogar, sino porque representa el fin de años de un arduo proceso, que a menudo ha sido acompañado de miedos.

Pero la juramentación en Tampa esta semana del doctor Gabriel Gonzáles-Portillo, de 48 años, fue una de esas que le estrujan a uno el corazón y llenan los ojos de lágrimas.

En el acto había 450 personas de 75 países.  Todos orgullosos iban recibiendo aplausos, pero cuando el neurocirujano peruano recibió el su certificado de naturalización, una mujer muy especial, Melissa Wingerd, se lo entregó se deshizo en alabanzas. El año pasado Wingerd sufrió una hemorragia cerebral. Tuvo la suerte de ser llevada al hospital donde Gonzáles- Portillo era el neurocirujano de guardia.

El médico, quien hizo sus estudios de medicina en Perú y llegó a Estados Unidos hace 20 años, le explicó que se le había roto una vena del cerebro, que tenía una malformación congénita y que necesitaba operarse de inmediato o moriría. El peruano la operó y en dos semanas Wingerd regresó a la normalidad.

"Quería que estas personas vieran un lado diferente de los oficiales de inmigración", dijo la agradecida mujer después de la ceremonia. "Los inmigrantes traen mucho a este país en muchos aspectos. Traen muchas cosas valiosas. Ellos son este país".

"Estoy muy feliz, muy emocionado. Fue un largo camino para volverse ciudadano", dijo el médico. "Estoy feliz de saber que voy a poder ejercer mi derecho de votar". Estoy segura de que muchos otros pacientes están felices de tener a un doctor de la talla de Gonzáles-Portillo en el país.

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