Todo en la vida de Jane Heffey parecía ser perfecto. Tenía una carrera, una pareja, una casa, una hija y 20 semanas de embarazo con su segunda hija. Un día, comenzó a sangrar profusamente y se preocupó que podría haber algo malo con su bebé. Pero se sorprendió cuando se enteró que había algo malo con ella. Cáncer para ser exactos. Después de un examen minucioso, le dijeron que tenía un tumor de 9 cm en el cuello del útero y que e__l cáncer se había extendido a sus ganglios linfáticos y, posiblemente, a la vejiga también.__
Obviamente, el mundo perfecto de Heffey se vino abajo.
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Los médicos le dijeron que tenía dos opciones: abortar a su bebé para que pudiera iniciar inmediatamente un tratamiento intensivo o seguir adelante con el embarazo, recibir quimioterapia y vivir con los efectos que el tratamiento podría tener sobre su hija. No me imagino lo difícil que debe ser tomar una decisión así, pero no para Heffrey.
"Bastaba una palabra para terminar con la vida de Ciara, pero no hay manera que yo hubiera podido hacer eso. No cuando fue ella quien me salvó la vida", le dijo Heffrey al diario británico Daily Mail.
Y es que ella está convencida de que si no hubiera sido por su embarazo, ella probablemente no hubiese descubierto que tenía un tumor. El sangrado abundante que ella experimentó, que la envió al hospital a las 20 semanas, fue causado por la presión que su bebé en crecimiento estaba poniendo el cuello del útero donde el tumor estaba localizado.
Así que Heffrey siguió adelante con la quimioterapia durante su embarazo y cuando su hija Ciara nació a las 32 semanas le agradeció al cielo al enterarse que estaba perfectamente sana. Heffrey continuó con otra ronda de quimioterapia y a pesar de que su tumor ha desaparecido, todavía necesita radioterapia y quimioterapia adicional. Pero estoy segura que no pasa un día que esta fuerte y valiente mujer no mire a su bebé y le dé las gracias por haberle salvado la vida. ¡Ojalá que Heffrey continúe mejorando y pueda ver crecer a sus dos hijitas!
Imagen vía Kingray/flickr
