Confieso que cuando tuve mis hijos soltera y sin compromiso, es decir, sin estar casada ni estar viviendo con nadie, la gente me veía, como mínimo, como si fuera una extraterrestre o una heroína o alguien con poderes sobrenaturales. Yo me decía, pero ni que hubiera sido la primera o la última. Me tuve que armar, eso sí, de un ejército de nanas y ayudantas (por entonces vivía en Venezuela) y recuerdo que si bien mis primeros años de mamá soltera fueron agitados, no lo fueron más que los de cualquier otra mamá primeriza.
Lee más en ¿Qué más? 3 razones por las que las mamás solteras somos las mejores medias
También recuerdo que cuando me reincorporé a mi trabajo luego de terminar el permiso postnatal después de que naciera mi segundo hijo, tuve una jefa, que era abogada para más señas, quien se dio el tupé de decirme que ella no veía como era que yo iba a poder trabajar y cumplir con mis obligaciones profesionales y además ocuparme de mis hijos que en ese momento tenían 2 años el primero, y 4 meses el segundo.
Más vale que no. Me sentí discriminada y pedí una reunión con el gerente de recursos humanos y le hice saber que estaba siendo objeto de trato discriminatorio por mi condición de mujer y de mamá soltera. ¿Qué falta de respeto era esa? A la abogada la pusieron en su lugar y lo que nadie supo fue que ese incidente, que hubiera podido dar lugar a una demanda por discriminación de género y violación del derecho al trabajo, marcó un hito en mi vida personal y profesional: decidí que quería ser aún más independiente y que había llegado el momento de tener mi propio negocio, que por cierto fue exitoso, hasta que salí de él cuando me vine a vivir a Estados Unidos. Pero eso, es harina de costal.
Mi punto es que no porque seamos mamás solteras, somos "pobrecitas", o nos falta un brazo o una pierna. Nada eso. No tendremos marido, pero eso es temporal (en caso de que queramos tenerlo, claro está). En lo personal, tuve un hiato de 6 años en mi condición de mamá soltera, durante los años 6 años que estuve casada. Como me divorcié, volví a mi "estado natural". En todos estos años he crecido como persona, me he fortalecido y no te imaginas todo lo que he aprendido. Sigue leyendo que la lista larga.
Voy a cualquier sitio —a donde se pueda llevar a niños— con mis dos hijos, con confianza, segura de mí misma. No tengo que darle explicaciones a nadie y no siento que ando "incompleta".
Aunque reconozco que a veces puede resultar complicado para una mujer criar a dos varones sola, ahí voy. Creo que soy más "resiliente", optimista y luchadora que antes. Siento que tengo un proyecto del cual soy la presidenta ejecutiva: criar a mis dos hijos. Por mis hijos soy capaz de mover una montaña y sé que, como no tengo en quien recostarme, tengo la fortaleza y el carácter para hacerlo.
Soy yo misma y me acepto como soy. No tengo miedo de estar sola. No siento que esté descalza caminando en un camino lleno de vidrios rotos. Por el contrario siento que puedo hacer lo que me proponga y además hacerlo bien. Y como si de un credo se tratara cada día me digo que puedo hacer lo que quiero, cuando y como quiera. No te imaginas lo bien que se siente.
Cuando vuelva a tener marido, será porque decida que quiero estar acompañada y acostarme y levantarme todos los días con la misma persona. No porque necesite muletas ni bastones, ni quien me pague la hipoteca o las mensualidades de mi auto.
Imagen vía Thinkstock