Nada más divertido y saludable que hacer ejercicios con tus hijos

Sí, le debo mi salud y mi físico a mi hijo de 10 de años, pero no en la forma en que crees. No fue que él pasó horas y horas empujándome a correr, saltar, jugar algún deporte. Fue todo lo contrario. NUNCA quería hacer nada. Lo de él era estar sentado horas tras horas frente a algún aparato electrónico. A mí eso de la actividad física tampoco me seducía demasiado.

Probé de todo con él. Pasó dos meses en una liga de fútbol, otros dos en una de fútbol americano, fue a campamentos de béisbol, hockey, basquetbol. Tomó clases de tenis, de natación. La lista es larga, pero nada logró capturar la atención de mi chiquito, hasta que escribí un post acá en MamásLatinas sobre cómo los padres debemos enseñar con nuestro propio comportamiento.

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Ahí me cayó el centavo. Si yo quería que mi hijo dejara su vida sedentaria y su obsesión por YouTube y los juegos de vídeo, la primera que tenía que cambiar era yo. Esa misma noche comencé –por aquello de lo que se deja para mañana es tarde y no quería perder el impulso– nos fuimos a caminar por media hora.

Tuvimos una de las mejores charlas de nuestra vida y comenzamos así una rutina que hacemos cuatro o cinco veces a la semana. En una de esas conversaciones le hablé de mis problemas con el peso, como el estar pasada de libras estaba ha afectando mi autoestima y le pedí ayuda para moverme más. Él accedió y hacemos ahora Zumba o jugamos algún deporte con su Xbox 360 los días que no caminamos. Mi niño lo hace por mí, yo por él.

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Aunque mi marido y mi otro hijo son deportistas natos, mi hijo mayor y yo preferimos actividades más de la cabeza, como leer o ver TV. Pero es una realidad que hay que moverse para estar sanos. Y es nuestro deber de mamás mostrarles cómo vivir la vida lo mejor posible. Ahora los cuatro pasamos más tiempo juntos. He dejado de mandarlos con el papá a andar en bicicleta o a jugar fútbol. El ejercicio es una actividad en familia.

Como valor agregado, esa hora que hacemos ejercicio juntos al día es cuando nos conectamos a nivel emocional. Él me cuenta sus cosas. Yo le hablo de mi vida. Es un momento mágico. Muchas veces se suma su hermanito, es fenomenal. Pero además, lo veo con muchísima más energía, más interesado en jugar a la pelota con su hermano o salir a andar en bicileta. Yo he rebajado lo suficiente como para ponerme ropa que no me entraba desde hace dos años. ¿Qué más se puede pedir?

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