Honestamente, yo no sé cómo reaccionaría si uno de mis hijos me confiesa que es gay. Me gustaría decir que no tendría problema alguno con su confesión, pero eso sería mentira. No es que tenga algo en contra de los homosexuales ni mucho menos. Más bien me preocuparía muchísimo su bienestar y su seguridad–especialmente si es adolescente y todavía está en la escuela. Los jóvenes suelen ser tan crueles con sus compañeros.
De no serlo así, no existirían casos como el de Jadin Bell, un muchacho de 15 años que se suicidó colgándose de un juego infantil en el patio de una escuela primaria hace un par de semanas. El joven estaba harto del acoso que sufría en manos de sus compañeros por ser gay.
Y ni hablar de aquellos que no son aceptados por su propia familia. No me imagino lo difícil que debe ser para un muchacho finalmente aceptarse a sí mismo que es gay, pero tener que ocultárselo a su familia por miedo a su reacción.
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Todos los jóvenes deberían tener la suerte de contar con el apoyo de su familia al igual que Lauren, una adolescente de 15 años que hace un par de días les confesó a sus padres que era gay con un pastel y una carta. ¿Su reacción? Según la joven, sus padres la abrazaron, lloraron juntos y hablaron mucho.
Sé que mis hijos todavía están muy chicos para saber acerca de sus preferencias sexuales, pero esto no quiere decir que de vez en cuando no piense cómo sería si uno de ellos termina siendo gay. Para mí, lo más importante es asegurarme que mis hijos sepan que pueden hablar con su padre o conmigo de cualquier cosa. Es imperativo que sepan que no importa lo que nosotros siempre vamos a estar de su lado. Siempre.
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